Cómodamente instalado en Rastenburg, mientras sus tropas morían de frío combatiendo a los rusos, por falta de uniformidad adecuada, Hitler leía la documentación contenida en un gran paquete que el general español Agustín Muñoz Grandes, le había remitido.
Era el relato de lo que, para muchos, fue la última gran gesta del ejército español. Si la de los Últimos de Filipinas quedó casi olvidada, esta, fue literalmente enterrada. En los años posteriores a aquello, a nadie interesaba que se supiera que la "Blau Division" había formado parte de la Wehrmacht.
Patrullas rusas dotadas de esquís, raquetas y patines, atacaban frecuentemente y por sorpresa a los puestos de vigilancia y posiciones aisladas españolas a lo largo de la orilla del lago Ilmen. El general Muñoz Grandes, ordenó al teniente José Otero de Arce, la creación de una compañía de esquiadores con la misión de patrullar continuamente los bordes del lago en un frente de ocho kilómetros entre Babky y Spasspiskopez. Estamos en noviembre de 1941.
A principios de 1942, el frente no estaba delimitado cláramente y una unidad del ejército alemán con 543 hombres, al mando del capitán Pröhl, queda cercada en Wswad. El general Busch no dispone de un solo hombre, pero no se resiste a abandonar a aquellos alemanes que se encuentran atrapados, entonces piensa en la División Azul, y otro general, von Chappuis, que se distinguía por ignorar a los españoles, no tuvo más remedio que pedir ayuda a Muñoz Grandes.
La compañía de esquiadores española, recibe la misión de enlazar con las tropas alemanas cercadas, para ello habrá de atravesar en diagonal la helada superficie del lago.
Aún es de noche aquel 10 de enero, forman las tropas, el teniente Otero de Arce da la novedad al capitán José Manuel Ordás Rodríguez, que va a mandar la expedición.
Forman seis Secciones de la Compañía Divisionaria de Esquiadores 250, mandadas por los tenientes Vicente Castañer Enseñat, Antonio García Porta y Jacinto del Val, y los alféreces Germán Bernabéu del Amo, Joaquín García Lario y Alfonso López de Santiago. El personal de la Plana Mayor del teniente José Otero de Arce, jefe de la Compañía, compuesto de un sargento, tres cabos y doce soldados. A estas tropas se habían agregado tres tenientes, un sargento y tres soldados del Grupo de Exploración; los tenientes eran Bernardino Domínguez Díaz, jefe de la unidad, Pedro Sánchez Bejarano, médico, y el intérprete Constantino Alejandrovich, un ruso blanco que había combatido en La Legión durante la pasada guerra española y que había cruzado el Ilmen anteriormente en misiones de enlace, y los también intérpretes Willie Klein y Michael Schumacher, de la Wehrmacht. Otras fuerzas agregadas eran las del Batallón de Depósito 250: Un cabo y once soldados, y las del Grupo de Veterinaria: siete soldados. Más los dos sargentos, los dos cabos y los cinco soldados de la Plana Mayor de la 5.ª Compañía Divisionaria de Antitanques.
Los guías que señalaban la dirección de marcha, Miguel Piernavieja y Marcos García, comprueban que al llegar a la orilla del lago la temperatura es de 56º bajo cero.
Los 30 Km. que, en teoría, les separaban de su objetivo en línea recta, se convierten en un infierno helado.
Se ven obligados a rodear las inmensas grietas surgidas en la superficie helada del lago, además de otro sin fin de obstáculo. La nieve acumulada en los ventisqueros, hace que los caballos que tiraban de los trineos se hundan hasta los corvejones y los hombres hasta el vientre, dificultando la marcha.
En la mañana del día 11, tras 26 horas de caminata, llegan a la orilla del lago, pero descubren que los obstáculos les han desviado hasta Ustrika, 15 Km. al oeste de su destino.
El capitán Ordás informa a Muñoz Grandes: "Después de atravesar seis grandes barreras de hielo, grietas con agua a la cintura, hemos llegado a U... A causa del frío, Radio y brújulas averiadas. Tenemos 102 congelados, de ellos 18 gravísimos. En las simas del Lago hemos perdido algunos trineos"
Muñoz Grandes contesta: "Sé de vuestro esfuerzo durante penosísima marcha que habeis realizado. La guarnición alemana sigue defendiéndose valientemente y hay que socorrerla cueste lo que cueste aunque queden todos los nuestros sobre el hielo. Con los que te queden, con muy pocos, tu solo si es preciso, seguid adelante. O se les salva o se muere con ellos"
En los días sucesivos continúan su avance por la orilla del lago, tras conocer que 3.000 esquiadores siberianos cercan a los alemanes en Wswad. Siguen las penalidades tremendas y apoyados por 40 soldados letones de la 81ª División de Infanteria de la Wehrmacht. Sufren ataques de aviones, enfrentamientos con tropas rusas, incluso a la bayoneta, de tanques...
El 18 de enero de 1942, el cerco a la localidad de Wswad es total. La posición amiga más próxima está a doce kilómetros al Suroeste, y es la aldea de Maloye Utschno guarnecida por veintitrés soldados españoles y diecinueve letones, al mando de los alféreces Joaquín García Lario y Alfonso López de Santiago.
Los soldados Juan Muñoz Cassini y Fernando Martínez Laredo hacían guardia en el confín oriental de Maloye Utschno; en el occidental y metido en un pozo de tirador, vigilaba Julián Martín Fabián; en el meridional estaban el cabo Feliciano Cañedo Águilas y el soldado Manuel Sanchís Sánchez; en la zona septentrional se situaba el cabo Julio Mariño Barrios. El intérprete del destacamento español era el sargento Michael Schumacher. El termómetro ha descendido a 51º bajo cero durante la noche.
A las siete y cuarto de la mañana del 19 de enero se desató la ofensiva soviética contra la aldea y su exigua guarnición.
A las siete y media de la mañana Maloye Utschno ha dejado de existir como posición española.
Desde la guarnición de Pagost Ushin, se escucha el estruendo de la desigual batalla y una Sección al mando del teniente Otero de Arce sale en dirección a Maloye Utschno. Son las diez y media de la mañana y hay 52º grados negativos en el ambiente. La diminuta columna de exploración y rescate la forman ocho españoles seguidos de dos trineos y por detrás un Panzer alemán de 24 toneladas y dos Secciones alemanas de la 81.ª División.
Los esquiadores españoles han de contraatacar con lo que tienen la aldea de Maloye Utschno y socorrer a los compatriotas allí destacados. Los expedicionarios temen lo peor; dudan que alguien haya sobrevivido al ataque.
Los refuerzos alemanes se retrasan, como si no les venciera la prisa que empuja a los españoles que no esperan el reagrupamiento.
—¡Alto!
Unas sombras se mueven hacia los expedicionarios; parecen cuerpos tambaleándose.
—¡Alto! ¿Quién vive?
—¡Españoles! ¡Somos españoles!
Son cinco españoles y un letón; el número de supervivientes del ataque a la posición de Maloye Utschno.
A las 4'45 de la madrugada del 21 de enero, el teniente Otero de Arce, un sargento y cinco soldados, retomaron el camino del lago. A las 5'30 percibieron sonidos, voces, relinchos y crujir de pasos, y el teniente ordenó disparar las bengalas según la secuencia prevista. Al cabo, aunque pareció una eternidad, la secuencia de bengalas obtuvo respuesta, a su resplandor distinguieron los españoles las manchas difusas de una columna en marcha.
Oyen gritos en la oscuridad: "¡Kameraden! ¡Kameraden! ¡Kameraden! " Y relinchos y chirriar de patines.
Las siluetas de los soldados alemanes se perfilan en la plateada oscuridad, son muchos y vienen enfundados en gruesos capotes y blusones de camuflaje; detrás de la vanguardia se deslizan varios trineos.
El teniente Otero de Arce y el capitán Pröhl se estrechan la mano antes de abrazarse.
Los soldados alemanes abrazan a los españoles, que son pocos pero tremendamente animosos y que ahora los preceden, habiendo cumplido por fin la misión, camino de Pagost Ushin.
A pesar de los pocos efectivos que quedaban, el 24 de enero se presentan todos voluntarios para participar en la reconquista de las aldeas Maloye y Bolsloye, que ellos ya habían conquistado anteriormente, a pesar de las súplicas alemanas para que no tomaran parte en esas acciones, volviendo a sufrir más bajas. Cuando entraron en Maloye Utschno, los españoles descubren los cadáveres de algunos de los suyos (el alférez Joaquín García Lario, Juan Muñoz Cassini, Julio Mariño Barrios, el sargento intérprete Schumacher...) El termómetro señala 58º bajo cero; han dejado de funcionar los cerrojos de los fusiles.
Lo cierto es que a ellos Hitler les importaba tres narices; lo cierto es que estaban allí para luchar contra el comunismo de Stalin y lo cierto es que de los 206 soldados españoles, sólo volvieron 12, quedándose los 194 restantes enterrados en el hielo del lago Ilmen.
Por esta actuación la Compañía de Esquiadores recibiría la Medalla Militar colectiva y su jefe, el capitán Ordás, la individual. Los alemanes reconocieron el valor de los esquiadores españoles y les concedieron además 32 cruces de hierro.
Acciones como esta dan pie a creer que fuera cierta la frase atribuída a un general alemán: “Cuando veais a un soldado desaliñado, indisciplinado y sin afeitar, cuadraos. Es un héroe español"
Era el relato de lo que, para muchos, fue la última gran gesta del ejército español. Si la de los Últimos de Filipinas quedó casi olvidada, esta, fue literalmente enterrada. En los años posteriores a aquello, a nadie interesaba que se supiera que la "Blau Division" había formado parte de la Wehrmacht.
Patrullas rusas dotadas de esquís, raquetas y patines, atacaban frecuentemente y por sorpresa a los puestos de vigilancia y posiciones aisladas españolas a lo largo de la orilla del lago Ilmen. El general Muñoz Grandes, ordenó al teniente José Otero de Arce, la creación de una compañía de esquiadores con la misión de patrullar continuamente los bordes del lago en un frente de ocho kilómetros entre Babky y Spasspiskopez. Estamos en noviembre de 1941.
A principios de 1942, el frente no estaba delimitado cláramente y una unidad del ejército alemán con 543 hombres, al mando del capitán Pröhl, queda cercada en Wswad. El general Busch no dispone de un solo hombre, pero no se resiste a abandonar a aquellos alemanes que se encuentran atrapados, entonces piensa en la División Azul, y otro general, von Chappuis, que se distinguía por ignorar a los españoles, no tuvo más remedio que pedir ayuda a Muñoz Grandes.
La compañía de esquiadores española, recibe la misión de enlazar con las tropas alemanas cercadas, para ello habrá de atravesar en diagonal la helada superficie del lago.
Aún es de noche aquel 10 de enero, forman las tropas, el teniente Otero de Arce da la novedad al capitán José Manuel Ordás Rodríguez, que va a mandar la expedición.
Forman seis Secciones de la Compañía Divisionaria de Esquiadores 250, mandadas por los tenientes Vicente Castañer Enseñat, Antonio García Porta y Jacinto del Val, y los alféreces Germán Bernabéu del Amo, Joaquín García Lario y Alfonso López de Santiago. El personal de la Plana Mayor del teniente José Otero de Arce, jefe de la Compañía, compuesto de un sargento, tres cabos y doce soldados. A estas tropas se habían agregado tres tenientes, un sargento y tres soldados del Grupo de Exploración; los tenientes eran Bernardino Domínguez Díaz, jefe de la unidad, Pedro Sánchez Bejarano, médico, y el intérprete Constantino Alejandrovich, un ruso blanco que había combatido en La Legión durante la pasada guerra española y que había cruzado el Ilmen anteriormente en misiones de enlace, y los también intérpretes Willie Klein y Michael Schumacher, de la Wehrmacht. Otras fuerzas agregadas eran las del Batallón de Depósito 250: Un cabo y once soldados, y las del Grupo de Veterinaria: siete soldados. Más los dos sargentos, los dos cabos y los cinco soldados de la Plana Mayor de la 5.ª Compañía Divisionaria de Antitanques.
Los guías que señalaban la dirección de marcha, Miguel Piernavieja y Marcos García, comprueban que al llegar a la orilla del lago la temperatura es de 56º bajo cero.
Los 30 Km. que, en teoría, les separaban de su objetivo en línea recta, se convierten en un infierno helado.
Se ven obligados a rodear las inmensas grietas surgidas en la superficie helada del lago, además de otro sin fin de obstáculo. La nieve acumulada en los ventisqueros, hace que los caballos que tiraban de los trineos se hundan hasta los corvejones y los hombres hasta el vientre, dificultando la marcha.
En la mañana del día 11, tras 26 horas de caminata, llegan a la orilla del lago, pero descubren que los obstáculos les han desviado hasta Ustrika, 15 Km. al oeste de su destino.
El capitán Ordás informa a Muñoz Grandes: "Después de atravesar seis grandes barreras de hielo, grietas con agua a la cintura, hemos llegado a U... A causa del frío, Radio y brújulas averiadas. Tenemos 102 congelados, de ellos 18 gravísimos. En las simas del Lago hemos perdido algunos trineos"
Muñoz Grandes contesta: "Sé de vuestro esfuerzo durante penosísima marcha que habeis realizado. La guarnición alemana sigue defendiéndose valientemente y hay que socorrerla cueste lo que cueste aunque queden todos los nuestros sobre el hielo. Con los que te queden, con muy pocos, tu solo si es preciso, seguid adelante. O se les salva o se muere con ellos"
En los días sucesivos continúan su avance por la orilla del lago, tras conocer que 3.000 esquiadores siberianos cercan a los alemanes en Wswad. Siguen las penalidades tremendas y apoyados por 40 soldados letones de la 81ª División de Infanteria de la Wehrmacht. Sufren ataques de aviones, enfrentamientos con tropas rusas, incluso a la bayoneta, de tanques...
El 18 de enero de 1942, el cerco a la localidad de Wswad es total. La posición amiga más próxima está a doce kilómetros al Suroeste, y es la aldea de Maloye Utschno guarnecida por veintitrés soldados españoles y diecinueve letones, al mando de los alféreces Joaquín García Lario y Alfonso López de Santiago.
Los soldados Juan Muñoz Cassini y Fernando Martínez Laredo hacían guardia en el confín oriental de Maloye Utschno; en el occidental y metido en un pozo de tirador, vigilaba Julián Martín Fabián; en el meridional estaban el cabo Feliciano Cañedo Águilas y el soldado Manuel Sanchís Sánchez; en la zona septentrional se situaba el cabo Julio Mariño Barrios. El intérprete del destacamento español era el sargento Michael Schumacher. El termómetro ha descendido a 51º bajo cero durante la noche.
A las siete y cuarto de la mañana del 19 de enero se desató la ofensiva soviética contra la aldea y su exigua guarnición.
A las siete y media de la mañana Maloye Utschno ha dejado de existir como posición española.
Desde la guarnición de Pagost Ushin, se escucha el estruendo de la desigual batalla y una Sección al mando del teniente Otero de Arce sale en dirección a Maloye Utschno. Son las diez y media de la mañana y hay 52º grados negativos en el ambiente. La diminuta columna de exploración y rescate la forman ocho españoles seguidos de dos trineos y por detrás un Panzer alemán de 24 toneladas y dos Secciones alemanas de la 81.ª División.
Los esquiadores españoles han de contraatacar con lo que tienen la aldea de Maloye Utschno y socorrer a los compatriotas allí destacados. Los expedicionarios temen lo peor; dudan que alguien haya sobrevivido al ataque.
Los refuerzos alemanes se retrasan, como si no les venciera la prisa que empuja a los españoles que no esperan el reagrupamiento.
—¡Alto!
Unas sombras se mueven hacia los expedicionarios; parecen cuerpos tambaleándose.
—¡Alto! ¿Quién vive?
—¡Españoles! ¡Somos españoles!
Son cinco españoles y un letón; el número de supervivientes del ataque a la posición de Maloye Utschno.
A las 4'45 de la madrugada del 21 de enero, el teniente Otero de Arce, un sargento y cinco soldados, retomaron el camino del lago. A las 5'30 percibieron sonidos, voces, relinchos y crujir de pasos, y el teniente ordenó disparar las bengalas según la secuencia prevista. Al cabo, aunque pareció una eternidad, la secuencia de bengalas obtuvo respuesta, a su resplandor distinguieron los españoles las manchas difusas de una columna en marcha.
Oyen gritos en la oscuridad: "¡Kameraden! ¡Kameraden! ¡Kameraden! " Y relinchos y chirriar de patines.
Las siluetas de los soldados alemanes se perfilan en la plateada oscuridad, son muchos y vienen enfundados en gruesos capotes y blusones de camuflaje; detrás de la vanguardia se deslizan varios trineos.
El teniente Otero de Arce y el capitán Pröhl se estrechan la mano antes de abrazarse.
Los soldados alemanes abrazan a los españoles, que son pocos pero tremendamente animosos y que ahora los preceden, habiendo cumplido por fin la misión, camino de Pagost Ushin.
A pesar de los pocos efectivos que quedaban, el 24 de enero se presentan todos voluntarios para participar en la reconquista de las aldeas Maloye y Bolsloye, que ellos ya habían conquistado anteriormente, a pesar de las súplicas alemanas para que no tomaran parte en esas acciones, volviendo a sufrir más bajas. Cuando entraron en Maloye Utschno, los españoles descubren los cadáveres de algunos de los suyos (el alférez Joaquín García Lario, Juan Muñoz Cassini, Julio Mariño Barrios, el sargento intérprete Schumacher...) El termómetro señala 58º bajo cero; han dejado de funcionar los cerrojos de los fusiles.
Lo cierto es que a ellos Hitler les importaba tres narices; lo cierto es que estaban allí para luchar contra el comunismo de Stalin y lo cierto es que de los 206 soldados españoles, sólo volvieron 12, quedándose los 194 restantes enterrados en el hielo del lago Ilmen.
Por esta actuación la Compañía de Esquiadores recibiría la Medalla Militar colectiva y su jefe, el capitán Ordás, la individual. Los alemanes reconocieron el valor de los esquiadores españoles y les concedieron además 32 cruces de hierro.
Acciones como esta dan pie a creer que fuera cierta la frase atribuída a un general alemán: “Cuando veais a un soldado desaliñado, indisciplinado y sin afeitar, cuadraos. Es un héroe español"
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