ETERNIDAD DE JOSÉ ANTONIO
Latir de nueva sangre a sucederte
por derramadas, valerosas venas,
los pechos convertidos en almenas,
el pulso, sin recelo de la muerte.
Latir en yermo desolado, inerte,
de rejas que remueven las arenas
y flor prometen en semillas plenas
de querer lo que quieres, de quererte.
Latir de la sonrisa moribunda
y del saludo póstumo del brazo
en el celeste rumbo del presente.
Tanto latido es gloria que circunda
la promesa del pan al eriazo
bajo la presidencia de tu frente.
Eduardo Llosent y Marañón
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