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jueves, 26 de diciembre de 2013
miércoles, 20 de noviembre de 2013
20-N:GRACIAS, CAUDILLO
Viene siendo norma de conducta durante toda la transición y ahora también, desde varios sectores nacionalistas españoles (en la actualidad, por unas u otras razones, prácticamente todos) pasar de largo cuando no denostar públicamente la figura del Caudillo con el único objetivo real, en mi opinión, de recibir la palmadita del enemigo político. Durante la transición se esgrimieron razones de pureza ideológica. Hoy además, en gran medida por los mismos -nuestros sectores más extremistas y radicales-, se esgrimen razones de eficacia política en nombre de la que, por cierto, ahora se olvida un mínimo, ya no de pureza, sino de coherencia y lealtad ideológica.
Si Franco hubiera sido guapo, alto y de voz recia, sin duda, hubiera sido un héroe de película. Pero Franco era bajito, feo, de voz nada carismática y, con toda probabilidad esa frialdad de la que le acusan, o era una terrible timidez o una profunda decepción ante el género humano o ambas cosas a la vez. No. Franco no era un héroe de película. Franco fue un héroe real y así fue sentido por una enorme parte del pueblo español que convirtió su nombre en sinónimo de victoria y liberación porque liberación era lo que sentían millones de españoles cuando veían la entrada de las tropas del Caudillo en su ciudad y victorias fueron sus batallas. Pero no es de ese Franco, del Franco soldado, del que quiero hablar.
Hoy quiero hablar del Franco cifras y hechos. Del Franco que hizo la España moderna. Del Franco que cambió la vida del pueblo español.
Durante la II República, en España, morían unos 300 españoles de hambre al año. España era un país cuya economía, desde siglos, incluía la miseria de su pueblo hasta el hambre. Tras la Guerra Civil y hasta 1.947 en España hay españoles que se mueren de hambre. Tras siglos de españoles que se mueren de hambre en 1.948 en España ya nadie se muere de hambre.
La esperanza de vida de un español durante la II República es de 50 años. En 1.950 es de 62 años. En 1.975 es de 70 años. Con respecto a la mortalidad infantil en 1940 era de 125/1000; en 1.975 es de 18/1000 nacimientos.
Con respecto a la Renta per Cápita está pasa de 131$ en 1.940 a 2088$ en 1.975. Era el 80% de la media europea. No se volverá a alcanzar ese nivel hasta finales del siglo XX. En 1.975 el españolito medio gastaba en alimentación el 39% de su desembolso. En 1.945 se gastaba en alimentación el 65%. Eso significa que al español medio cada vez le quedaba más dinero para algo que no fuera su subsistencia.
El analfabetismo en 1.940 era del 29%. En 1.975 del 7%. En 1.995 del 6%.
Antes de la Guerra Civil la población penitenciaria española era de 32.000 presos. En 1.975 era de 16.000. España había crecido en 10 millones de habitantes durante el Régimen de Franco pero su población penitenciaria era la mitad que al final de la II República lo que supone la práctica inexistencia de una delincuencia obligada por las condiciones económicas.
En España, el sector agrario ocupaba al 50% de la población activa durante la II República. En 1.950 es el 20%. En el sector servicios y el sector industrial la población activa pasa del 18 al 40%: es la entrada de España en la modernidad.
En base a cientos de estadísticas sobre las distintas materias producidas por nuestra nación, España pasa, de ser un país sin industria, a ser la novena potencia industrial del mundo.
Y para que nos riamos todos de Franco y sus embalses conviene saber que a lo largo de la historia de España, hasta 1.939, se construyen 190 grandes presas. Durante el Régimen del Caudillo se construyen 515. No voy a entrar en datos apabullantes sobre kilómetros de carreteras, viviendas sociales construidas, camas hospitalarias o todo lo que fue el nacimiento de las coberturas sociales hasta la Ley de Seguridad Social de 1.963 a la que no se añadió una sola cobertura más hasta el siglo XXI. Tampoco hablaré de la evolución española en materia de educación: escuelas, institutos, universidades laborales, universidades…Simplemente, brutal.
Sí hablaré de emigración. En primer lugar, habremos de coincidir en que las famosas divisas de los emigrantes no se las enviaban a Franco, ni al Estado. Se las enviaban a sus familiares. Ciertamente la mejora en el nivel de vida de esos familiares revertía en una mejora para muchos españoles. Pero esto no es lo importante. Lo importante es que la emigración no nace con Franco sino que viene de siglos y es precisamente durante el Régimen de Caudillo cuando se crean las condiciones económicas para que la emigración de siglos concluya.
Todo este enorme bagaje es simplemente un bosquejo de la Obra del Caudillo. No sé si todo aquello fue suficientemente revolucionario en su apariencia. No sé si fue vestido de la parafernalia revolucionaria suficiente. No sé si para explicarlo se usaron las palabras revolucionarias adecuadas. Pero si sé que fue, a lo largo de la larga historia de nuestra nación, el periodo, el único periodo sin discusión, de la vida de nuestro pueblo en que este evolucionó en materia social y económica de forma absolutamente revolucionaria. Yo, como falangista, me siento orgulloso de aquella etapa, la considero netamente revolucionaria en sus logros y en sus hechos y me enorgullece aún más que se llevara a cabo bajo los principios morales, políticos y sociales de La Falange y del nacionalsindicalismo.
A fecha de hoy, y a pesar de lo que ha caído sobre la figura del Caudillo, Franco sigue siendo un héroe soldado y un héroe estadista para una buena parte del pueblo español que observa, supongo que perplejo, como nadie, ni los nacionalistas españoles si quiera, defienden su memoria públicamente y a veces hablan de Franco como de un simple personaje histórico como si Stalin o los Omeyas no lo fuesen también. Roma no paga traidores. España, en el fondo, es Roma. Así nos va.
Eduardo Arias, www.laredgualda.com
martes, 19 de noviembre de 2013
20-N:JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA, ¡¡PRESENTE!!
José Antonio era alto, guapo, moreno y con la mirada profunda que le confería el ser un jurista de primera calidad, condición aplicable a su carácter como persona. Ciertamente, pertenecía a eso que llamamos aristocracia. Pero jamás fue un aristócrata altivo y clasista. Fue un aristócrata sencillo, un aristócrata “popular”, entendiendo el término como un hombre rico que se preocupaba por las clases populares. En vez de dedicarse a derrochar su fortuna en orgiásticas experiencias o en holgazanear, decidió dedicarse por entero a España y a los españoles. En ello invirtió largas y pesadas horas, comiéndose la cabeza para encontrar la fórmula secreta que sedujera a esas clases españolas, proletariado, burguesía y aristocracia, en las que él depositaba las esperanzas para construir la España una, grande y libre que figuraba en la cosmovisión falangista.
En el preciso momento en que José Antonio miraba su reloj eran las tres de la madrugada del 20 de noviembre de 1936. En breves horas sería ejecutado. El sueño de ver a su amada España en lo más alto de la posición mundial se iba a desvanecer. Quizá algún día, allá desde el Cielo, podría ver resurgir a España. ¡Quién podía saberlo! Las fuerzas nacionales habían fracasado en Alicante, maldecía. ¿Por qué tenía que morir? Bueno, pensaba tras la dubitación, era muy lógico que, habiendo sido asesinados millares de falangistas y de derechistas durante el decurso de la guerra e incluso antes, cayera ahora él, que era el máximo dirigente de la fuerza nacional más importante: Falange.
Tomó la Biblia que había en la mesa de su celda, y abrió por una página al azar. Leyó: “Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo” Hojeó más allá, y se encontró con la sentencia: “Padre, aparta de mí este cáliz”. José Antonio, que se había mostrado muy entero en la defensa que hizo de sí mismo y de su hermano, no pudo evitar que una lágrima empezara a recorrer su mejilla, y exclamó un poco en voz alta: “Señor, el fin para mí está cerca. Aparta de mí este cáliz. Por favor, no me abandones”. Se tumbó en la cama y comenzó a escribir en una arrugada hoja de papel: “Esto toca a su fin. En unas horas estaré ya junto a Dios y su Juicio. Los ángeles con espadas estarán esperando mi llegada. Me voy sin jactancia, porque nunca es alegre morir a mi edad, pero no espero que nadie incurra en dramatizaciones inútiles de mi muerte. Ahora mismo están luchando por los campos de España miles de falangistas dispuestos a dar su sangre por la España en la que creen y a la que yo les acerqué. Es normal, por lo tanto, que yo, que soy el líder de esos muchachos de corazón ardiente, dé mi sangre por esa España que yo traté de alcanzar en vida. Espero que las escuadras enteras de falangistas que añoran la España inmortal sirvan a su nuevo jefe, el general Francisco Franco, como lo hicieron conmigo. Mi muerte no debe significar el fin de nuestra lucha, pues mientras haya un solo falangista en España, nuestro ideal seguirá vivo y en pie. Tengo a mi lado un crucifijo que espero me ayude a superar el miedo que ahora me atenaza el corazón. Sé que habrá muchos camaradas, muchos amigos, muchos familiares que llorarán mi pérdida, pero sólo puedo decirles que no se preocupen, que en unos años (espero que muchos, porque ellos aún son útiles en el servicio de la Patria) nos veremos allá arriba, en comunión con el Altísimo que todo lo puede. Confío en que esta guerra, tan dolorosa, sirva para expulsar por fin del interior de España a los diablos marxistas y liberales, que son quienes nos han llevado a esta situación. Un abrazo para todos aquellos que pusieron su fe ciega en mí y hasta siempre, José Antonio”.
Ya eran las 5 y media. José Antonio sacó una foto de sus padres que tenía guardada en la maleta, y besándola con cariño, dijo en voz muy baja: “En breve nos veremos, papá. Por fin podré darte un beso, mamá. No sabes lo que he sufrido por tu ausencia”.
A continuación, guardó la foto y sacó una serie de cartas, que iban dirigidas a sus familiares y amigos. Las dejó sobre la mesa y las releyó despacio. Las volvió a guardar y las acompañó con una nota que ponía: “Dar a sus destinatarios”. Se peinó el poco pelo que aún perduraba en su cabeza, y volvió a recostarse sobre la cama. Rezó en silencio, en una oración que se prolongó una eternidad. Sabía que era la última vez que hablaría con Dios antes de verle. La hora había llegado.
La voz del carcelero retumbó por el pasillo donde se apiñaban las celdas:
José Antonio Primo de Rivera, vístase. Es la hora.
José Antonio se puso, en un silencio conmovedor, las zapatillas, y se echó uno de sus preciosos abrigos por encima. El carcelero, impaciente por llevar a cabo la ejecución y poder así echarse a dormir, le espetó:
Vamos, coño, que es para hoy.
La voz de José Antonio sonó serena para decir:
Como sólo se muere una vez, hay que morir con dignidad.
Una vez que se hubo vestido, José Antonio fue conducido ante la presencia de su hermano Miguel. José Antonio, con un brillo chispeante en sus ojos saltones, dijo:
Hola, Miguel.
Hola, Jose. Bueno, creo que ha llegado la hora de despedirnos.—le respondió con voz temblorosa Miguel.
Sí, creo que sí. Os quiero mucho a todos, Miguel. Cuando salgas de aquí, dale un abrazo muy fuerte a todos nuestros hermanos y un beso a la tía Ma.
Se lo daré de tu parte. Te quiero mucho, hermano—dijo Miguel con unas lágrimas aflorando en su rostro.
Help me die with dignity—susurró José Antonio con su persistente brillo en los ojos y una tenue flacidez en el semblante.
José Antonio, ruega por nosotros.
La voz bronca del carcelero interrumpió a los dos hermanos: “Vamos, deprisa, ya es hora”
José Antonio, que en ese momento estaba abrazándose postreramente a su hermano, fue cogido por la espalda por el carcelero y otro colega. Cuando se lo llevaban, espetó:
Miguel, España no se rendirá. ¡¡Arriba España!!
¡¡Arriba España siempre, José Antonio!!—respondió Miguel conmocionado.
José Antonio, en el pasillo, no pudo reprimirse, y con serenidad, les dijo a los guardianes una frase que ya había pronunciado en uno de sus juicios:
¡Qué equivocados estáis! Vais a fusilarme a mí, que venía en vuestro amparo.
Llegaron al patio de la cárcel. Se oían ruidos de pistolas y de granadas, olía a pólvora. José Antonio fue llevado junto a cinco personas más, tres falangistas y dos carlistas, a un rincón de la prisión. Los jóvenes falangistas quedaron impresionados al ver a su líder, allí, con su imponente abrigo, sereno, incluso con un ademán sonriente en el rostro al ver allí a sus muchachos. José Antonio, en última instancia, dijo a aquellos que se disponían a llevárselo para siempre:
Yo no soy vuestro enemigo. Yo soy vuestra ayuda. No tenéis que fusilarme a mí, sino a vuestros jefes. Ellos no hacen nada por vosotros. Son sólo embusteros.
Los miembros del pelotón de fusilamiento hicieron caso omiso de las palabras de José Antonio. Éste, consciente de que era inútil cualquier intento de avenirse a razones con aquellos, les espetó:
¿Son ustedes buenos tiradores?
Los otros contestaron afirmativamente. José Antonio, cuyo abrigo le había pedido el carcelero como regalo, tomó su abrigo y lo arrojó con fuerza hacia el carcelero. A continuación, apretó con fuerza el crucifijo que llevaba en su mano izquierda. La descarga de los doce miembros del pelotón, seis anarquistas de la FAI y seis comunistas, sonó atronadora. José Antonio, en trance de muerte, exclamó antes de caer al suelo fulminado por las balas, con el brazo derecho en alto:
¡¡¡Arriba España!!!
Todo había terminado. José Antonio yacía ensangrentado en el suelo. Su corazón español había sido fulminado por la acción asesina de las balas. Uno de los cerebros más privilegiados de Europa, en palabras de don Miguel de Unamuno, había muerto. Pero su asesinato no fue en vano. Su generosa sangre regó los destinos de España durante los cuarenta años siguientes, un periodo en el que España volvió a ser Una, Grande y Libre.
martes, 1 de octubre de 2013
1º de Octubre, Día del Caudillo
FRANCISCO FRANCO
Caudillo de la nueva Reconquista,
Señor de España, que en su fe renace,
sabe vencer y sonreír, y hace
campo de pan la tierra de conquista.
Sabe vencer y sonreír… Su ingenio
militar campa en la guerrera gloria
seguro y firme. Y, para hacer Historia,
Dios quiso darle mucho más: el genio.
Inspira fe y amor. Doquiera llega
el prestigio triunfal que lo acompaña,
mientras la Patria ante su impulso crece,
para un mañana que el ayer no niega,
para una España más y más España,
¡la sonrisa de Franco resplandece!
Manuel Machado
jueves, 5 de septiembre de 2013
EL FUERO DE LOS ESPAÑOLES
FUERO DE LOS ESPAÑOLES
de 17 de julio de 1945, modificado por la Ley Orgánica del Estado de 10 de enero de
1967(aprobado por Decreto 779/1967, de 20 de abril. BOE nº 95 de 21 de abril).
FRANCISCO FRANCO BAHAMONDE, CAUDILLO DE ESPAÑA, JEFE DEL ESTADO Y
GENERALÍSIMO DE LOS EJÉRCITOS DE LA NACIÓN:
Por cuanto las Cortes Españolas, como órgano superior de participación del pueblo en las tareas del Estado, según la Ley de su creación, han elaborado el Fuero de los Españoles, texto fundamental definidor de los derechos y deberes de los mismos y amparador de sus garantías; y teniendo en cuenta, al igual que ocurre en el Fuero del Trabajo, que sus líneas maestras acreditan el valor permanente del ideario que las inspira y gran número de sus declaraciones y preceptos constituyen un fiel anticipo de la doctrina socialcatólica, recientemente puesta al día por el Concilio Vaticano II y finalmente, dada la modificación introducida en su Artículo 6 por la Ley Orgánica del Estado, aprobada previo referéndum de la Nación, a los efectos de adecuar su texto a la Declaración Conciliar sobre la libertad religiosa, promulgada el 1 de diciembre del año 1965, que exige el reconocimiento explícito de este derecho, en consonancia, además, con el segundo de los Principios Fundamentales del Movimiento, según el cual la Doctrina de la Iglesia habrá de inspirar nuestra legislación. Vengo en disponer lo siguiente:
Artículo único. Queda aprobado, con el carácter de Ley fundamental reguladora de sus derechos y deberes, el Fuero de los Españoles, que a continuación se inserta:
TÍTULO PRELIMINAR
Artículo 1. El Estado español proclama como principio recto de sus actos el respeto a la dignidad, la integridad y la libertad de la persona humana, reconociendo al hombre, en cuanto portador de valores eternos y miembros de una comunidad nacional, titular de deberes y derechos, cuyo ejercicio garantiza en orden al bien común.
TÍTULO I. DEBERES Y DERECHOS DE LOS ESPAÑOLES
CAPÍTULO I.
Artículo 2. Los españoles deben servicio fiel a la Patria, lealtad al Jefe del Estado y obediencia a las leyes.
Artículo 3. La Ley ampara por igual el derecho de todos los españoles, sin preferencia de clases ni acepción de personas.
Artículo 4. Los españoles tienen derecho al respeto de su honor personal y familiar.
Quien lo ultraje, cualquiera que fuese su condición, incurrirá en responsabilidad.
Artículo 5. Todos los españoles tienen derecho a recibir educación e instrucción y el deber de adquirirlas, bien en el seno de su familia o en centros privados o públicos, a su libre elección. El Estado velará para que ningún talento se malogre por falta de medios económicos.
Artículo 6. La profesión y práctica de la Religión Católica, que es la del Estado español, gozará de la protección oficial.
El Estado asumirá la protección de la libertad religiosa, que será garantizada por una eficaz tutela jurídica que, a la vez, salvaguarde la moral y el orden público.
Artículo 7. Constituye título de honor para los españoles el servir a la Patria con las armas.
Todos los españoles están obligados a prestar este servicio cuando sean llamados con arreglo a la Ley.
Artículo 8. Por medio de leyes, y siempre con carácter general, podrán imponerse las prestaciones personales que exijan el interés de la Nación y las necesidades públicas.
Artículo 9. Los españoles contribuirán al sostenimiento de las cargas públicas según su capacidad económica. Nadie estará obligado a pagar tributos que no hayan sido establecidos con arreglo a ley votada en Cortes.
Artículo 10. Todos los españoles tienen derecho a participar en las funciones públicas de carácter representativo, a través de la familia, el municipio y el sindicato, sin perjuicio de otras representaciones que las leyes establezcan.
Artículo 11. Todos los españoles podrán desempeñar cargos y funciones públicas según su mérito y capacidad.
Artículo 12. Todo español podrá expresar libremente sus ideas mientras no atenten a los principios fundamentales del Estado.
Artículo 13. Dentro del territorio nacional, el Estado garantiza la libertad y el secreto de la correspondencia.
Artículo 14. Los españoles tienen derecho a fijar libremente su residencia dentro del territorio nacional.
Artículo 14. Los españoles tienen derecho a fijar libremente su residencia dentro del territorio nacional.
Artículo 15. Nadie podrá entrar en el domicilio de un español ni efectuar registros en él sin su consentimiento, a no ser con mandato de la Autoridad competente y en los casos y en la forma que establezcan las Leyes.
Artículo 16. Los españoles podrán reunirse y asociarse libremente para fines lícitos y de acuerdo con lo establecido por las leyes. El Estado podrá crear y mantener las organizaciones que estime necesarias para el
cumplimiento de sus fines. Las normas fundacionales, que revestirán forma de ley, coordinarán el ejercicio de este derecho con el reconocido en el párrafo anterior.
Artículo 17. Los españoles tienen derecho a la seguridad jurídica. Todos los órganos del Estado actuarán conforme a un orden jerárquico de normas preestablecidas, que no podrán arbitrariamente ser interpretadas ni alteradas.
Artículo 18. Ningún español podrá ser detenido sino en los casos y en la forma que prescriben las Leyes.
En el plazo de setenta y dos horas, todo detenido será puesto en libertad o entregado a la Autoridad judicial.
Artículo 19. Nadie podrá ser condenado sino en virtud de Ley anterior al delito, mediante sentencia de Tribunal competente y previa audiencia y defensa del interesado.
Artículo 20. Ningún español podrá ser privado de su nacionalidad sino por delito de traición, definido en las Leyes penales, o por entrar al servicio de las armas o ejercer cargo público en país extranjero contra la prohibición expresa del Jefe del Estado.
Artículo 21. Los españoles podrán dirigir individualmente peticiones al Jefe del Estado, a las Cortes y a las Autoridades. Las Corporaciones, funcionarios públicos y miembros de las Fuerzas e Institutos armados sólo podrán ejercitar este derecho de acuerdo con las disposiciones por que se rijan.
CAPÍTULO II.
Artículo 22. El Estado reconoce y ampara a la familia como institución natural y fundamento de la sociedad, con derechos y deberes anteriores y superiores a toda ley humana positiva.El matrimonio será uno e indisoluble. El Estado protegerá especialmente a las familias numerosas.
Artículo 23. Los padres están obligados a alimentar, educar e instruir a sus hijos. El Estado suspenderá el ejercicio de la patria potestad o privará de ella a los que no la ejerzan dignamente, y transferirá la guarda y educación de los menores a quienes por Ley corresponda.
CAPÍTULO III.
Artículo 24. Todos los españoles tienen derecho al trabajo y el deber de ocuparse en alguna actividad socialmente útil.
Artículo 25. El trabajo, por su condición esencialmente humana, no puede ser relegado al concepto material de mercancía, ni ser objeto de transacción alguna incompatible con la dignidad personal del que lo presta. Constituye por sí atributo de honor y título suficiente para exigir tutela y asistencia del Estado.
Artículo 25. El trabajo, por su condición esencialmente humana, no puede ser relegado al concepto material de mercancía, ni ser objeto de transacción alguna incompatible con la dignidad personal del que lo presta. Constituye por sí atributo de honor y título suficiente para exigir tutela y asistencia del Estado.
Artículo 26. El Estado reconoce en la Empresa una comunidad de aportaciones de la técnica, la mano de obra y el capital en sus diversas formas, y proclama, por consecuencia, el derecho de estos elementos a participar en los beneficios. El Estado cuidará de que las relaciones entre ellos se mantengan dentro de la más estricta equidad y en una jerarquía que subordine los valores económicos a los de categoría humana, al interés de la Nación y a las exigencias del bien común.
Artículo 27. Todos los trabajadores serán amparados por el Estado en su derecho a una retribución justa y suficiente, cuando menos, para proporcionar a ellos y a sus familias el bienestar que les permita una vida moral y digna.
Artículo 28. El Estado español garantiza a los trabajadores la seguridad de amparo en el infortunio y les reconoce el derecho a la asistencia en los casos de vejez, muerte, enfermedad, maternidad, accidentes del trabajo, invalidez, paro forzoso y demás riesgos que pueden ser objeto de seguro social.
Artículo 29. El Estado mantendrá instituciones de asistencia y amparará y propulsará las creadas por la Iglesia, las Corporaciones y los particulares.
Artículo 30. La propiedad privada como medio natural para el cumplimiento de los fines individuales, familiares y sociales, es reconocida y amparada por el Estado.
Todas las formas de propiedad quedan subordinadas a las necesidades de la Nación y al bien común.
La riqueza no podrá permanecer inactiva, ser destruida indebidamente ni aplicada a fines ilícitos.
Artículo 31. El Estado facilitará a todos los españoles el acceso a las formas de propiedad más íntimamente ligadas a la persona humana: hogar familiar, heredad, útiles de trabajo y bienes de uso cotidiano.
Artículo 32. En ningún caso se impondrá la pena de confiscación de bienes.
Nadie podrá ser expropiado sino por causa de utilidad pública o interés social, previa la correspondiente indemnización y de conformidad con lo dispuesto en las Leyes.
TÍTULO II. DEL EJERCICIO Y GARANTÍA DE LOS DERECHOS
Artículo 33. El ejercicio de los derechos que se reconocen en este Fuero no podrá atentar a la unidad espiritual, nacional y social de España.
Artículo 34. Las Cortes votarán las Leyes necesarias para el ejercicio de los derechos reconocidos en este Fuero.
Artículo 35. La vigencia de los Artículos doce, trece, catorce, quince, dieciséis y dieciocho podrá ser temporalmente suspendida por el Gobierno total o parcialmente mediante DecretoLey, que taxativamente determine el alcance y duración de la medida.
Artículo 36. Toda violación que se cometiere contra cualquiera de los derechos proclamados en este Fuero será sancionada por las Leyes, las cuales determinarán las acciones que para su defensa y garantía podrán ser utilizadas ante las jurisdicciones en cada caso competentes.
Dada en El Pardo a diecisiete de julio de mil novecientos cuarenta y cinco.
FRANCISCO FRANCO
miércoles, 5 de junio de 2013
miércoles, 24 de abril de 2013
martes, 2 de abril de 2013
Jorge Mario Bergoglio y la patria
Cita de la introducción del por entonces cardenal y arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, al libro “El bicentenario de la independencia de los países latinoamericanos", de Guzmán Carriquiry Lecour, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina:
Un país es el espacio geográfico, la nación la constituye el andamiaje institucional. La patria, en cambio, es lo recibido de los padres y lo que hemos de entregar a los hijos. Un país puede ser mutilado, la nación puede transformarse (en las posguerras del siglo XX hemos visto tantos ejemplos de esto), pero la patria o mantiene su ser fundante o muere; patria dice a patrimonio, a lo recibido y que hay que entregar acrecentado pero no adulterado.
Patria dice a paternidad y filiación… patria evoca aquella escena trágica y esperanzadora de Eneas con su padre a babuchas en la tarde de la destrucción de Troya: «et sublato patre montem petivi». Sí, patria supone soportar lo recibido no para guardarlo en conserva sino para entregarlo íntegro en su esencia pero crecido en el camino de la historia.
Patria necesariamente entraña una tensión entre la memoria del pasado, el compromiso con la realidad del presente y la utopía que proyecta hacia el futuro. Y esta tensión es concreta, no sufre intervenciones extrañas, no se extrapola en la confusión de la realidad presente con la memoria y la utopía engendrando fugas ideológicas esencialmente infecundas.
Cardenal Jorge Mario Bergoglio
Buenos Aires, 24 de enero de 2011,
Fiesta de Nuestra Señora de la Paz
domingo, 31 de marzo de 2013
1º DE ABRIL DE CUALQUIER AÑO
En el día de hoy, cautivo y desarmado el pueblo español, ha alcanzado el marxismo sus últimos objetivos. La paz ha terminado”.
Por Maruja Moreno Méndez.
El pueblo español, cautivo en una red psicológica, ha sido desarmado de sus más altos ideales y valores morales, desgajado de su raíz histórica y tradicional, traicionado en sus más intimas esencias, despojado hasta del bienestar material que había alcanzado a costa del esfuerzo y del estímulo en un régimen que, nacido de una victoria militar, tenía sus hondas raíces en las entrañas del alma española. Ese pueblo que vivía la ilusión de trabajar en una empresa común, ha perdido la paz.
Palabras como solidaridad, colectivo, común, se han distorsionado y se convierten en las bocas de los que hoy ampulosamente las pronuncian en grotescas muecas que cuando menos nos hacen sonreír. Pueblos de España, esta frase machaconamente repetida, ha sustituido a esa otra tan entrañable de pueblo español. La solidaridad se ha convertido en una palabra hueca que nos hace odiar lo que antes amábamos. Lo colectivo se ha plural izado para recordarnos que hay clases, grupos, capillas. y lo común, lo que nos une, no es ya más que la pobreza, la miseria, el miedo, la vergüenza, las lacras y el terror. No han respetado ni siquiera la dignidad nacional. Se ríen de nosotros como nación, en nuestras propias narices, teniendo por representante ante el mundo al protagonista de chistes tontos, y uno siente pena de que se haya podido caer tan bajo. Ríes por no llorar cuando te dicen que España ya tienen peso específico en el conjunto de las naciones. Sí, se nos ha adjudicado el papel de payaso internacional. Sientes lástima de que se haya minado de tal manera el espíritu nacional que tengamos que pasar por trances como el del ametrallamiento de unos pesqueros para que, allá en el fondo de nuestra alma, la indignación riegue esa semilla agostada que fue en su día el orgullo de ser españoles.
La primavera tímidamente se ha asomado a España, otra primavera más. Otro 1.º de abril nos ha contemplado. Yo medito sobre lo que me rodea, y no me gusta. No me gusta lo que estamos preparando para nuestros hijos. Me duele que se haya echado a Dios de las escuelas. Me duele que se quiera manipular nuestras conciencias y nuestra libertad, la de verdad –esto es muy grave-, desde medios tan poderosos como la radio y la televisión. Me duele que el sábado, uno de los pocos días en que muchos padres dejamos a los niños ver la televisión por la noche, nos regalen con tristes muestras de basura nacional, y haya que apagar ese aparato que tanto bien podría hacer y que tanto daño está haciendo. Hay un claro empeño en minar los valores más profundos y serios de la familia y de la moral. Me duele que se tergiverse la historia. las noticias. las verdades. y me duele mucho más que todo esto se haga engañando. disfrazándolo de cultura y de democracia. La cultura es algo muy distinto de este sucedáneo adulterado que nos quieren hacer tragar, y respecto a la democracia, yo no siento una especial inclinación hacia este término. porque creo que en su versión liberal es algo utópico y trasnochado y tengo serias dudas sobre su operancia efectiva. Pero eso no quita que la respete como cualquier teoría política. y por eso no me gusta que se prostituya empleándola alegremente para tapar sucios manejos de reconversión... ideológica.
Me sonrío al contemplar esas campañas tan conmovedoras del cambio de pistolas por balones, yesos movimientos tan dudosamente pacifistas, cuando por otro lado se está fomentando la corrupción de costumbres en todas las esferas, se despenalizan crímenes tan abominables como el aborto, se liberaliza el consumo de drogas, causa y origen de innumerables delitos, aparte la destrucción psíquica y física de nuestros jóvenes, se ofrece trato preferencial a asesinos sin escrúpulos, y se coarta con leyes injustas el deber-derecho de los padres a la educación de sus hijos. ¿Es qué no son todas estas situaciones formas expresas de propiciar la violencia con unas consecuencias imprevisibles que pueden llegar a desbordarnos y a la destrucción sistemática de nuestra sociedad? Como así está sucediendo.
Puede haber dictaduras, y de hecho las hay, respaldadas por diez millones de votos. No hay que ir muy lejos para encontrarlas. Para terminar esta mi particular conmemoración del 1.º de Abril, día en que Francisco Franco, Generalísimo de los Ejércitos, firmó el parte de la Victoria, una última consideración. Aquello de un hombre, un voto, es muy bonito si fuera verdad. Mi voto, y no es petulancia, sino puro raciocinio, jamás puede ser igual que el de la anciana señora del parque de atracciones del señor Tola. ¡Hasta ahí podíamos llegar! ¡Cuántos millones de votos nulos, Señor! Porque el papelito que yo eché en ese cajón de cristal iba respaldado por mi libertad para pensar, una libertad con mayúscula que no me puede arrebatar nadie, en nombre de esa otra libertad chata y pequeñita, ni los votos irresponsables, ni ningún partido internacionalista. Por eso es tan grave manipular el pensamiento de la persona, y por eso concretamente hoy, traigo a la consideración de los que me lean, el nuevo parte que puede producirse el día menos pensado, y sin mucho tardar, y que puede llevarnos, por mor de una obsoleta y falsa democracia, a la más tiránica de las dictaduras, de las que nunca más se retorna.
® Fuerza Nueva. Del 28 de abril al 12 de Mayo de 1984. Num. 865
domingo, 17 de febrero de 2013
Hay una España Azul...
Hay una España Azul—color de cielo—,
como una bella flor de amanecer;
calor de madre para el duro suelo
y un anhelo infinito de poder.
Hay una España Azul que perecía .
entre hogueras de odio y de rencor;
la España que, muriendo, renacía;
la Patria del Amor y del Dolor.
Hay una España Azul, llena de auroras,
que trabaja y que sueña a todas horas
por verse libre de la planta extraña.
¡España fuerte! ¡España redimida!
Jesús que vuelve a iluminar la vida
de ese rojo pingajo que era España.
JUAN SOCA.
viernes, 1 de febrero de 2013
"No es una guerra, es una Cruzada"
En los discursos y alocuciones que pronunciaron los jefes del Alzamiento, en los primeros días de la sublevación, no se hacía mención de la cuestión religiosa. No empezaron a referirse a la misma hasta que llegaron noticias de la persecución religiosa que se había desencadenado en la zona gubernamental como consecuencia del pronunciamiento. Esta persecución había de facilitar a los sublevados, al convertirse el pronunciamiento en guerra civil, la posibilidad de presentar la cuestión religiosa como uno de los fundamentos de su movimiento frente a los gubernamentales, hasta el extremo de presentar la guerra civil como una “Cruzada”.
Por su parte, afirma Gonzalo Redondo en el tomo II, La Guerra Civil: 1936-1939 desu “Historia de la Iglesia en España: 1931-1939 (Madrid, 1993), que “puede afirmarse que la primera vez en que un obispo español utilizó públicamente la expresión “cruzada” para referirse a la guerra fue el 23 de agosto de 1936 en la nota redactada por Monseñor Marcelino Olaechea, obispo de Pamplona, y publicada en el Diario de Navarra de esa misma fecha”.
La voz del Prelado
“No es un guerra: es una cruzada”
Al Excmo. Sr. Deán y Cabildo de la S.I. Catedral, al Muy Ilustre Sr. Prior y Cabildo de la Colegiata de Roncesvalles, a los Muy Rvdos. Sres. Arciprestes, Párrocos, Ecónomos, Regentes, Coadjutores, Capellanes, a todas las Reverendas Comunidades de ambos sexos; a los Sres. Presidentes y Juntas de Fábrica de Nuestras Iglesias, a las Archicofradías, Cofradías, Hermandades y Pías Asociaciones.
Continuas y rendidísimas gracias hemos de dar a Dios al considerar cómo en nuestra amada Diócesis, por el favor y valentía que Él ha puesto en el corazón navarro, ningún sacerdote ha sido ultrajado, ningún templo ha sufrido deterioro.
Gracias a Dios en nuestras oraciones; y caridad generosa para los que luchan por la causa de Dios y por España, que es gran don de Dios.
Os invito a todos, venerables hermanos y queridísimos hijos, a poner en mis manos –para que de ellas vayan a la Junta de Defensa Nacional- una limosna grande, la más grande que podáis, de vuestro peculio y de los fondos mismos de las entidades que presidís o de las que formáis parte.
No es una guerra la que se está librando, es una cruzada, y la Iglesia mientras pide a Dios la paz y el ahorro de sangre de todos sus hijos –de los que la aman y luchan por defenderla, y de los que la ultrajan y quieren su ruina- no puede menos de poner cuanto tienen a favor de los cruzados.
Lo hizo siempre, y como siempre lo hace en estos días.
En su nombre, os lo agradece y bendice.
+Marcelino, Obispo de Pamplona.
Tres días más tarde, el arzobispo de Zaragoza, Monseñor Rigoberto Doménech, habló también dela cruzada en carta circular del 26 de agosto. Con fecha del 31 de agosto, apareció en el mismo sentido, una circular del arzobispo compostelano, Monseñor Tomás Muniz Pablos. El día anterior, habían fusilados a los Obispos de Guadix y Almería, que sumaban diez de los trece Obispos que serían martirizados durante los días de la persecución religiosa.
Por otra parte, de la misma manera se expresa la Carta colectiva que redactó el cardenal primado Isidro Gomá y Tomás, a quien el alzamiento militar del 18 de julio de 1936 sorprendió en Tarazona, donde había acudido para la consagración episcopal de Gregorio Modrego y Casaus, que iba a ser su obispo auxiliar. La consagración fue aplazada hasta octubre y Gomá se trasladó a Pamplona, donde fue acogido por el obispo Marcelino Olaechea. Centenares de sacerdotes fueron igualmente acogidos y atendidos por la generosa hospitalidad del obispo Olaechea en la Casa de Ejercicios de las Esclavas de Cristo Rey de la capital navarra.
1 de julio de 1937, la Carta colectiva
Después de la encíclica Divini Redemptoris, fue cuajando la idea de una Pastoral colectiva sobre la guerra civil y la persecución religiosa. La carta lleva fecha del 1 de julio de 1937, prácticamente un año después del comienzo de la guerra, cuando ya eran miles los sacerdotes, religiosos y seglares asesinados. Fue aprobada por la Santa Sede antes de su publicación y firmada por todos los obispos, excepto Vidal y Barraquer y Múgica, ambos a la sazón fuera de España. No se publicó hasta el mes de agosto. Iba dirigida al Episcopado universal y tuvo gran resonancia. Los obispos españoles recibieron 580 mensajes de adhesión de parte de los Episcopados y particulares de obispos. El mismo Secretario de Estado, Cardenal Pacelli, dirigió el 5 de marzo de 1938 al Cardenal Gomá un mensaje de congratulación por la Carta colectiva y por el eco encontrado en el Episcopado mundial.
He aquí el resumen de su contenido. La Carta colectiva quería salir al paso de las tergiversaciones que de los hechos y de la actitud de la jerarquía eclesiástica se hacían en el extranjero, incluso en parte de la prensa católica. No pretendía ser la demostración de una tesis sino la exposición de hechos. La guerra pudo preverse desde que la República empezó a atacar a la Iglesia ya en 1931. No obstante esos ataques, la jerarquía se mostró sumisa al régimen y pidió al pueblo esa misma sumisión. La Iglesia no había querido esa guerra y si ahora se pronunciaba sobre la misma, era por su repercusión en el orden religioso y porque “ha aparecido tan claro desde sus comienzos que una de las partes beligerantes iba a la eliminación de la religión católica en España, que nosotros, obispos católicos, no podíamos inhibirnos”.
La Carta habla de los planes y actos contra la religión en el quinquenio que precedió a la guerra, y del plan de exterminar al clero y de implantar el comunismo, cosa que había evitado en parte el alzamiento militar. En la guerra luchaban dos Españas, dos tendencias: la espiritual, del lado de los sublevados, y la materialista.
“La Iglesia, a pesar de su espíritu de paz y de no haber querido la guerra ni haber colaborado con ella, no podía ser indiferente en la lucha: se lo impedían su doctrina y su espíritu”.
Sólo el triunfo del alzamiento militar podía esperarse la justicia y la paz. Caracterizaba a la revolución comunista de “cruelísima”, “inhumana”, “bárbara”, “antiespañola” y, sobre todo, “anticristiana”, exponiendo brevemente los hechos y características de la persecución religiosa, que en pocas semanas había superado a todas las persecuciones en número de víctimas y en manifestaciones“del odio contra Jesucristo y su religión sagrada”.
Se hablaba de las características de la España nacional y se recordaban las palabras de Pío XI de que en España se habían producido verdaderos martirios. Se respondía a las acusaciones de que la Iglesia era rica, que atacó al pueblo desde sus templos y de que se ha mezclado en la contienda. Declaraba la independencia de la Iglesia, su no atarse a ningún poder, aunque acogía a aquel que la defendía de la aniquilación que intentaba el comunismo. Y añadía unas palabras luminosas:
“Cuanto a lo futuro, no podemos predecir lo que ocurrirá al final de la lucha. Sí que afirmamos que la guerra no se ha emprendido para levantar un Estado autócrata sobre una nación humillada, sino para que resurja el espíritu nacional con la pujanza y la libertad cristiana de los tiempos viejos... Seríamos los primeros en lamentar que la autocracia irresponsable de un parlamento fuese sustituida por la más terrible de una dictadura desarraigada de la nación. Abrigamos la esperanza legítima de que no sea así”.
La carta tuvo influjo beneficioso en la zona republicana. La República había quedado en evidencia ante el mundo. La persecución cruenta, que ya había remitido bastante desde principios de 1937, disminuyó aún más. A pesar de todo, todavía fueron sacrificadas otras 332 víctimas hasta el final de la guerra, la mayoría de ellas en 1937.
Esta última fotografía nos muestra una placa colocada en la casa de Pont de Molins (Girona) en la que estuvieron presos los Beatos Anselmo Polanco y Felipe Ripoll los últimos días de su vida terrena en febrero de 1939. Monseñor Polanco, obispo de Teruel fue el último prelado en ser martirizado.