En el día de hoy, cautivo y desarmado el pueblo español, ha alcanzado el marxismo sus últimos objetivos. La paz ha terminado”.
Por Maruja Moreno Méndez.
El pueblo español, cautivo en una red psicológica, ha sido desarmado de sus más altos ideales y valores morales, desgajado de su raíz histórica y tradicional, traicionado en sus más intimas esencias, despojado hasta del bienestar material que había alcanzado a costa del esfuerzo y del estímulo en un régimen que, nacido de una victoria militar, tenía sus hondas raíces en las entrañas del alma española. Ese pueblo que vivía la ilusión de trabajar en una empresa común, ha perdido la paz.
Palabras como solidaridad, colectivo, común, se han distorsionado y se convierten en las bocas de los que hoy ampulosamente las pronuncian en grotescas muecas que cuando menos nos hacen sonreír. Pueblos de España, esta frase machaconamente repetida, ha sustituido a esa otra tan entrañable de pueblo español. La solidaridad se ha convertido en una palabra hueca que nos hace odiar lo que antes amábamos. Lo colectivo se ha plural izado para recordarnos que hay clases, grupos, capillas. y lo común, lo que nos une, no es ya más que la pobreza, la miseria, el miedo, la vergüenza, las lacras y el terror. No han respetado ni siquiera la dignidad nacional. Se ríen de nosotros como nación, en nuestras propias narices, teniendo por representante ante el mundo al protagonista de chistes tontos, y uno siente pena de que se haya podido caer tan bajo. Ríes por no llorar cuando te dicen que España ya tienen peso específico en el conjunto de las naciones. Sí, se nos ha adjudicado el papel de payaso internacional. Sientes lástima de que se haya minado de tal manera el espíritu nacional que tengamos que pasar por trances como el del ametrallamiento de unos pesqueros para que, allá en el fondo de nuestra alma, la indignación riegue esa semilla agostada que fue en su día el orgullo de ser españoles.
La primavera tímidamente se ha asomado a España, otra primavera más. Otro 1.º de abril nos ha contemplado. Yo medito sobre lo que me rodea, y no me gusta. No me gusta lo que estamos preparando para nuestros hijos. Me duele que se haya echado a Dios de las escuelas. Me duele que se quiera manipular nuestras conciencias y nuestra libertad, la de verdad –esto es muy grave-, desde medios tan poderosos como la radio y la televisión. Me duele que el sábado, uno de los pocos días en que muchos padres dejamos a los niños ver la televisión por la noche, nos regalen con tristes muestras de basura nacional, y haya que apagar ese aparato que tanto bien podría hacer y que tanto daño está haciendo. Hay un claro empeño en minar los valores más profundos y serios de la familia y de la moral. Me duele que se tergiverse la historia. las noticias. las verdades. y me duele mucho más que todo esto se haga engañando. disfrazándolo de cultura y de democracia. La cultura es algo muy distinto de este sucedáneo adulterado que nos quieren hacer tragar, y respecto a la democracia, yo no siento una especial inclinación hacia este término. porque creo que en su versión liberal es algo utópico y trasnochado y tengo serias dudas sobre su operancia efectiva. Pero eso no quita que la respete como cualquier teoría política. y por eso no me gusta que se prostituya empleándola alegremente para tapar sucios manejos de reconversión... ideológica.
Me sonrío al contemplar esas campañas tan conmovedoras del cambio de pistolas por balones, yesos movimientos tan dudosamente pacifistas, cuando por otro lado se está fomentando la corrupción de costumbres en todas las esferas, se despenalizan crímenes tan abominables como el aborto, se liberaliza el consumo de drogas, causa y origen de innumerables delitos, aparte la destrucción psíquica y física de nuestros jóvenes, se ofrece trato preferencial a asesinos sin escrúpulos, y se coarta con leyes injustas el deber-derecho de los padres a la educación de sus hijos. ¿Es qué no son todas estas situaciones formas expresas de propiciar la violencia con unas consecuencias imprevisibles que pueden llegar a desbordarnos y a la destrucción sistemática de nuestra sociedad? Como así está sucediendo.
Puede haber dictaduras, y de hecho las hay, respaldadas por diez millones de votos. No hay que ir muy lejos para encontrarlas. Para terminar esta mi particular conmemoración del 1.º de Abril, día en que Francisco Franco, Generalísimo de los Ejércitos, firmó el parte de la Victoria, una última consideración. Aquello de un hombre, un voto, es muy bonito si fuera verdad. Mi voto, y no es petulancia, sino puro raciocinio, jamás puede ser igual que el de la anciana señora del parque de atracciones del señor Tola. ¡Hasta ahí podíamos llegar! ¡Cuántos millones de votos nulos, Señor! Porque el papelito que yo eché en ese cajón de cristal iba respaldado por mi libertad para pensar, una libertad con mayúscula que no me puede arrebatar nadie, en nombre de esa otra libertad chata y pequeñita, ni los votos irresponsables, ni ningún partido internacionalista. Por eso es tan grave manipular el pensamiento de la persona, y por eso concretamente hoy, traigo a la consideración de los que me lean, el nuevo parte que puede producirse el día menos pensado, y sin mucho tardar, y que puede llevarnos, por mor de una obsoleta y falsa democracia, a la más tiránica de las dictaduras, de las que nunca más se retorna.
® Fuerza Nueva. Del 28 de abril al 12 de Mayo de 1984. Num. 865
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