jueves, 23 de diciembre de 2010

lunes, 20 de diciembre de 2010

In memoriam:Almirante don Luis Carrero Blanco

Nació en Santoña el 3 de marzo de 1903.
Ingresó en la Escuela Naval en 1918 y tomó parte en la campaña de Marruecos de 1924-1926.
Al producirse el Alzamiento Nacional y huyendo de ser ejecutado por milicias republicanas se refugió en las embajadas de Méjico y Francia, hasta que en junio de 1937 consiguió evadirse a la zona nacional.
Sirvió de enlace naval del Ejército del Norte con el general Dávila, y desempeñó la jefatura de operaciones del Estado Mayor de la Armada en 1939.
En 1940 fue nombrado subsecretario de la Presidencia del Gobierno, que desde 1951 tuvo categoría de ministro.
El 22 de julio de 1967 (siendo almirante) fue nombrado vicepresidente del Gobierno.
Ayudó a la designación del príncipe Juan Carlos como sucesor de Franco como rey.
El 8 de junio de 1973 fue nombrado Presidente del Gobierno.
El 20 de diciembre de 1973 fue asesinado por la banda de izquierda nacionalista vasca ETA en la calle Claudio Coello de Madrid mediante una bomba colocada en el subsuelo.

Su personalidad estaba integrada de seis elementos:

Convicción inquebrantable de su fe católica.
Su entrega a una idea de España, la España tradicional, muy semejante a la de Franco: la España de los Reyes Católicos, los Austrias mayores, la defensa de la fe y el horizonte universal.
La vocación y la profesionalidad de marino.
El hábito del estudio en dos planos: el perfeccionamiento profesional, el estar al día; y el fortalecimiento intelectual de sus principios mediante un estudio constante.
La identificación absoluta con el modo de pensar y los designios de Franco sobre España, que es la clave de su actitud política.
Su vida laga de marino, su sentido estratégico de las relaciones internacionales y de la situación de España en el mundo. Curiosamente esta vista larga permitía que sus opiniones se modelasen con una flexibilidad y un pragmatismo que muchos desconocen; y que, por ejemplo, si no le hubiesen eliminado sus enemigos (que no eran solamente los terroristas ejecutores), habría dirigido, a las órdenes del Príncipe, una transición diferente de la que hemos experimentado, pero en ningún caso una involución pura y dura, como piensan quienes no le conocen.
Ideario del Almirante Carrero Blanco
«Nuestro Régimen ha venido a superar la división entre derechas e izquierdas y todo cuanto suponga enfrentamiento implacable y sistemático de los españoles. Hay una libertad que no queremos: la de la autodestrucción. No sé si siempre es el interesado el mejor definidor de sí mismo, pero si usted me pide que me defina políticamente no tengo ningún inconveniente en hacerlo con toda claridad. Soy un hombre totalmente identificado con la obra política del Caudillo, plasmada doctrinalmente en los Principios del Movimiento Nacional y en las Leyes Fundamentales del Reino. Mi lealtad a su persona y a su obra es total, clara y limpia, sin sombra de ningún íntimo condicionamiento ni mácula de reserva mental alguna.»
Estas palabras fueron dichas por el nuevo presidente del Gobierno español, almirante don Luis Carrero Blanco, en el curso de una de las pocas entrevistas que ha concedido a lo largo de su vida política. En este caso se trata de las declaraciones realizadas a don Emilio Romero el 7 de febrero de 1968.
De acuerdo con algunas de sus declaraciones y discursos, éste es, en resumen, el pensamiento político del almirante Carrero.
AUTORIDAD
«La salvaguardia de la justicia, del orden, de la paz interior y la tutela del bien común, cumpliendo y haciendo cumplir las leyes, que es la función básica de todo Gobierno, exige el ejercicio de la autoridad, y ello entraña fortaleza y energía, sobre todo en los momentos actuales del mundo, caracterizados en no pocos aspectos por claros síntomas de crisis de autoridad.»
DEMOCRACIA
España «ha establecido ya, con nuestros Principios del Movimiento Nacional y Leyes Fundamentales del Reino, una democracia moderna, peculiar, que asegura la convivencia, promueve el progreso y establece la justicia. Esta democracia, garantía de nuestra unidad, tiene de nuevo la actualización a los tiempos modernos de lo tradicionalmente español, y de atractivo el ser un traje a nuestra medida "castizo y español" -como dijo el Caudillo en su discurso inaugural de las Cortes el 17 de marzo de 1943 -, que si el Régimen liberal y de partidos puede servir al progreso de otras naciones para los españoles ha demostrado ser el más demoledor de los sistemas».
CATOLICISMO
«Yo creo que en España somos todos, o al menos una inmensa mayoría, católicos. ¿Qué es, pues, el sector católico? El ser católico es profesar una creencia religiosa. El católico sirve a la Iglesia de la que forma parte, pero si para sus fines políticos o de cualquier otro orden, se sirve de la Iglesia poniéndose una etiqueta de católico, no obra, a mi juicio, como buen católico, porque, aunque actúe dentro del Decálogo, implica a la Iglesia en sus actividades terrenas.»
UNIDAD
«Debemos cuidar de nuestro acervo espiritual y tradicional, no tomando de lo que viene de fuera más que lo bueno, puesto que son los monos y no los hombres, los que copian todo sin discriminación. Hoy hay en el mundo una ofensiva decisiba contra los valores morales; defendámonos. (...) Huyamos del derrotismo, de la crítica fácil, irresponsable y destructora; del chisme, del conciliábulo y de la mentira. Trabajemos por la unidad, en la que está nuestra fuerza, y no en la disgregación en grupos y grupitos.»
CONTRASTE DE PARECERES
«Yo entiendo que en nuestro sistema político el contraste de pareceres tiene lugar, en cada momento y sobre cada cuestión determinada, en los distintos escalones de la Organización Sindical, en las reuniones de Ayuntamientos y Diputaciones y, sobre todo, en el seno de las comisiones de las Cortes Españolas y del Consejo Nacional.»
RENTA NACIONAL
«El bienestar de un pueblo no radica sólo, evidentemente, sobre la disponibilidad de bienes materiales, pues en el hombre, por su propia condición de portador de valores eternos, han de tener prioridad los valores espirituales. Pero es indudable también que, incluso como garantía de la afirmación y conservación de los mismos, el hombre tiene necesidad de una seguridad de orden material en su vida, que le garantice un trabajo cuya remuneración le permita el poder disponer de bienes materiales, incluso cuando por edad o enfermedad no pueda trabajar, y esto sólo puede ser logrado aumentando, en la mayor medida posible, el crecimiento de la renta nacional y distribuyéndola con equidad entre todos.»
LA GUERRA CIVIL
«En nuestra guerra de 1936 a 1939, no se ventilaban ni pleitos dinásticos, ni cuestiones de régimen político interior, ni intereses privados ni colectivos de ninguna especie; se trataba, simple y llanamente, de defender nuestra independencia como nación y t nuestra fe como cristianos. Nuestra guerra no fue, pues, una guerra civil; fue una guerra de Liberación y una Cruzada. Fue una guerra de Liberación, pues lo que estaba en juego era nuestra independencia como nación. (...) En cuanto al calificativo de Cruzada, son cruzadas las luchas en defensa de la fe.»
MARXISMO
«Contra la injusticia evidente que entrañaban las monarquías absolutas del siglo XVIII, se alza el liberalismo, pero el liberalismo tiene la tara congénita de su ateísmo y de poner las libertades del individuo por encima del bien común de la colectividad nacional; y las consecuencias son: la atomización de la sociedad, la constitución de banderías en la figura de los partidos políticos, la lucha permanente de unos contra otros y la debilidad del conjunto de todos. Contra la enorme injusticia social que representa el capitalismo liberal, surge el marxismo, pero el marxismo, también ateo, se fundamenta en dos errores de bulto: la lucha de clases y la anulación del estímulo como motor del trabajo.»
MOVIMIENTO NACIONAL
«El Movimiento Nacional (...) tiene como conceptos claves: La unidad, la justicia social y la supeditación al bien común de todos los intereses personales y colectivos. Estos tres conceptos son básicos e irrenunciables. Por ello, todo lo que propenda a la creación de banderías en el seno de la sociedad atentando a su unidad, todo interés que trate de frenar la marcha hacia la plena justicia social y todo lo que trate de supeditar el bien común a los individualismos, es intrínsecamente malo y debe ser evitado y corregido. La intransigencia es un defecto humano cuando se trata de cosas accesorias, pero es un deber indeclinable cuando lo que está en juego son cuestiones fundamentales. Confundir lo fundamental con lo accesorio es un peligro contra el que hay que estar permanentemente prevenidos.»
MONARQUÍA
«Vuestra decisión (refiriéndose a Franco) instauró una monarquía nueva en un Estado nuevo; un Estado cuyo Régimen político ha producido en estos treinta y tantos años un progreso económico y de justicia social, que a la vista de propios y extraños está y que no tiene comparación posible con ningún otro período de nuestra vieja historia.»
LEALTAD A FRANCO
«En los primeros días del mes pasado (junio de 1973), Su Excelencia el Jefe del Estado tuvo a bien hacer uso de la suprema potestad de dictar normas jurídicas de carácter general que le confieren las leyes de 30 de enero de 1938 y de 8 de agosto de 1939, de conformidad con lo establecido en el apartado 11 de la disposición transitoria primera de la Ley Orgánica del Estado, para suspender, mediante la promulgación de la ley del pasado 8 de junio, la vinculación de la Presidencia del Gobierno a la Jefatura del Estado, establecida en el artículo 16 de la ley de 30 de enero de 1938, continuando, naturalmente, en la Jefatura del Estado la plenitud atribuciones que dichas disposiciones le confieren. y a continuación, y por decreto de la misma fecha, designó presidente del Gobierno, previa presentación de tema por el Consejo del Reino, de conformidad con lo establecido en el artículo 14 de la Ley Orgánica del Estado. ¿Qué significación tiene esta decisión?
Algunos comentaristas políticos han insistido en que significa la puesta en plenitud de vigor de la Ley Orgánica del Estado. Este concepto de plenitud de vigencia de la Ley Orgánica del Estado es, al menos, equívoco, y, quizá requiera ciertas precisiones.»
«PARA DEJARLO ATADO Y BIEN ATADO»
«Cuando una ley ofrece varias opciones, dicha ley está en plenitud de vigencia cualquiera que sea la opción que se adopte. La Ley Orgánica del Estado, en su disposición transitoria primera, permitía la opción de que el Jefe del Estado conservara vinculadas Jefatura de Estado y Presidencia del Gobierno; la misma disposición transitoria, en relación con el artículo 14, ofrecía a la Jefatura del Estado una segunda opción: la de suspender la vinculación de la Presidencia a la Jefatura del Estado y nombrar un presiden- te de Gobierno. Esta segunda opción es la que el Caudillo, en virtud de sus atribuciones, ha puesto ahora en práctica.
Esta decisión no significa, pues, que la Ley Orgánica del Estado no estuviera hasta ahora en plenitud de vigencia, porque lo está desde su promulgación. Lo que realmente significa, es que el Caudillo, en razón de la prudencia política y de su voluntad de ir avanzando paso a paso en el proceso institucional, ha considerado ahora conveniente y oportuno, para dejarlo todo atado y bien atado, establecer ya desde ahora el supuesto-obligado tras las previsiones sucesorias: la distinción de las esferas institucionales de la Jefatura del Estado y de la Presidencia del Gobierno.»
CULMINACIÓN DEL PROCESO INSTITUCIONAL
«Y al poner ahora en totalidad de funcionamiento todas las instituciones que normalmente han de funcionar al cumplirse las previsiones sucesorias, es cuando culmina la obra política del Caudillo. Éste es, ciertamente, el profundo significado político de su decisión del pasado mes de junio.
Como consecuencia de esta culminación del proceso institucional, hay por primera vez en España, después de 37 años, un presidente del Gobierno distinto del Jefe del Estado, de un Jefe del Estado de tan excepcionales características como el Caudillo de España, y es lógico que un hecho de esta naturaleza produzca expectación y, posiblemente, inquietudes.
Siempre he creído que "el ponerse en el caso del otro" es un buen sistema para juzgar con acierto las situaciones y poniéndome en el caso de sus señorías y en el de los españoles a quienes en estas Cortes representan, pienso que, habiendo recaído sobre mi persona la designación de presidente del Gobierno, es muy posible que muchos quisieran saber por qué he aceptado un cargo de tan alta responsabilidad; cuál es mi significación política; qué vinculaciones e intereses de todo orden puedo tener, y qué pienso hace; para dar cumplimiento a la misión que se me ha confiado y que tan directamente afecta a todos. Y como esta curiosidad es muy lógica y está plenamente justificada, me considero en el deber, al tener el honor de dirigirme hoya sus señorías, de empezar por satisfacerla cumplidamente.»

martes, 14 de diciembre de 2010

El saludo brazo en alto


El Saludo Romano es un gesto en el cual una persona extiende su brazo hacia adelante, de manera recta, con la palma de la mano hacia abajo. El brazo suele extenderse de manera paralela al suelo o formando un ángulo indeterminado hacia arriba.

A pesar del nombre de este gesto, la interpretación de éste como un "saludo" ha evolucionado a través del tiempo y no está debidamente acreditado que en la antigua Roma se utilizara permanentemente como forma "oficial" de saludar, ya sea en el ámbito militar o civil, aun cuando existen numerosos testimonios de su empleo en el Imperio romano.

En la Columna de Trajano, en Roma, aparecen diversos ejemplos de "saludo romano", en relieves donde se muestra legionarios saludando al emperador, así como en las estatuas de algunos emperadores como Augusto, o en la estatua ecuestre de Marco Aurelio. También existe un relieve del siglo II d. C. hallado cerca de Éfeso donde aparece este saludo en la ilustración de los funerales de un oficial militar, siendo posible ver a manera de saludo brazos extendidos hacia adelante, con la palma de la mano abierta y hacia el suelo, en un ángulo de 45 grados.

Con la desaparición del Imperio romano también desapareció la costumbre del "saludo romano", pero ésta fue recuperada en motivos pictóricos desde el siglo XVIII, cuando en pleno auge de la Ilustración los intelectuales y filósofos revaloraron las instituciones tradicionales de la antigua República Romana y entre ellas le dieron al extinto "saludo romano" un significado cívico o heroico.

Prueba de ello se encuentra en las pinturas de estilo neoclásico del francés Jacques-Louis David, como Juramento del Juego de Pelota de 1792 donde se muestra a los revolucionarios franceses haciendo el saludo romano o el Juramento de los Horacios de 1784, presentando con este mismo gesto a un episodio legendario de Roma. Inclusive en 1810, en pleno régimen de Napoleón Bonaparte, David pintó por encargo gubernamental La distribución de las águilas mostrando al propio Napoleón I entregando estandartes con figuras de águilas a los regimientos del ejército francés, cuyos soldados realizan el saludo romano. Estas pinturas de David inspiraron posteriores ilustraciones a lo largo del siglo XIX en toda Europa, mostrando nuevamente el "saludo romano" como elemento solemne, aunque en situación de servir como señal de juramento antes que un saludo propiamente dicho.

Con este significado fue que el clérigo estadounidense Francis Bellamy logró que el gobierno de EEUU estableciera una versión del "saludo romano" como gesto de saludo a la bandera en 1892: el brazo extendido hacia el cielo, con una leve inclinación hacia adelante, formando un ángulo agudo, denominado "saludo Bellamy".

El significado político del saludo surgió en septiembre de 1919 cuando un grupo armado de 2000 italianos, dirigidos por el poeta Gabriele D'Annunzio, tomó por asalto la ciudad de Fiume (actual Rijeka en Croacia) y estableció allí un gobierno ultranacionalista que reclamaba la anexión de Fiume a Italia y adoptaba ideas típicamente fascistas, utilizando el "saludo romano" para identificarse. Semejante acción sirvió para inspirar a Benito Mussolini, líder del fascismo italiano quien aprobaba las ideas de D`Annunzio y luego adoptó dicho "saludo romano" como elemento distintivo de sus seguidores. El gesto mismo servía para la propaganda fascista a efectos de asociar al régimen mussoliniano con la recuperación de las tradiciones del Imperio romano, tomando como modelo a éste.

Después de 1922, Mussolini instruyó al Partido Nacional Fascista de Italia para exigir que el "saludo romano" sea utilizado obligatoriamente por sus seguidores y luego por toda la población italiana en señal de adhesión al régimen. El "saludo romano" sirvió entonces como modelo para el saludo nazi usado posteriormente por Adolf Hitler y sus seguidores en Alemania. La similitud entre el saludo romano y el "saludo Bellamy" causó que el gobierno de los EEUU prohibiese éste desde el año 1942.

Falange Española, el partido fundado por José Antonio Primo de Rivera en 1933, usaba el saludo brazo en alto, denominado "saludo íbero" por sus dirigentes. Tras la unificación de los movimientos tradicionalistas y falangistas en un partido único, FET de las JONS, y en particular tras terminar la guerra, el saludo se convierte en uno de los simbolos del Movimiento Nacional. Aproximadamente en 1945, y tras la derrota del Eje, el saludo deja de ser obligatorio.

es.wikipedia.org

sábado, 4 de diciembre de 2010

El milagro de Empel o por qué la Inmaculada es patrona de la Infantería española

El 7 de diciembre de 1585, el Tercio del Maestre de Campo Francisco de Bobadilla combatía por España y la Fe católica en Holanda. La isla de Bommel, situada entre los ríos Mosa y Waal, era el reducto defendido por el Tercio Viejo, bloqueado por completo por la escuadra del Almirante Holak. Cinco mil hombres guarnecían la isla, "cinco mil españoles que eran a la vez cinco mil infantes, y cinco mil caballos ligeros y cinco mil gastadores y cinco mil diablos", como dijera de ellos un almirante francés.

El bloqueo se estrecha cada día más; ya no quedan víveres, ni pertrechos de guerra, ni ropas secas. Sólo frío y agua y barro y desesperanza. Alejandro Farnesio, el gobernador de los Países Bajos, envía unos refuerzos que nunca llegan. Los maestres Carlos Mansfeld y Juan del Águila tratan, en vano, de socorrer a los sitiados; no hay esperanzas de auxilio.

El jefe enemigo propone entonces una rendición honrosa. La respuesta de Bobadilla es inmediata: "Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos". Ante tal respuesta, Holak recurre a un método infalible para acabar con la resistencia española.

Como las aguas del Mosa discurrían por un canal más alto que el terreno ocupado por los soldados, abre una enorme brecha en el dique y las aguas se precipitan sobre el campamento del Tercio, que pronto se ve rodeado de ellas por todas partes. No queda más tierra firme que el montecillo (apenas cincuenta metros) de Empel, donde, abandonando impedimenta y pertrechos, han de refugiarse los soldados, so pena de perecer ahogados.

En esta situación, un soldado del Tercio cavaba una trinchera "más para tumba que para guarecerse", cuando tropezó con un objeto de madera allí enterrado. Era una tabla flamenca en la que estaba pintada, en vivos colores, la Inmaculada Concepción.

Comenzó el soldado a gritar y acudieron sus compañeros que, colocando el cuadro sobre la bandera española, a modo de improvisado altar, cayeron todos de rodillas entonando la Salve. El Maestre Bobadilla, considerando el hecho como señal cierta de la protección divina, arengó así a sus soldados. "¡Soldados! El hambre y el frío nos llevan a la derrota, pero la Virgen Inmaculada viene a salvarnos. ¿Queréis que se quemen las banderas, que se inutilice la artillería y que abordemos esta noche las galeras enemigas?" "¡Si queremos!", fue la respuesta unánime de aquellos españoles.

Un viento huracanado e intensamente frío se desató aquella tarde helando las aguas del Mosa. Los españoles, marchando sobre el hielo en plena noche, atacan por sorpresa a la escuadra enemiga al amanecer del día 8 de diciembre y alcanzan una victoria tan completa que hace decir al almirante Holak: "Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro".

Aquel mismo día, entre vítores y aclamaciones, la Inmaculada Concepción es proclamada patrona de los Tercios de Flandes e Italia, la flor y nata del ejército español.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Españoles en la Cochinchina



Cuando a mediados del siglo XIX en Occidente se supo de la existencia de Angkor, Francia reivindicó su descubrimiento a raíz de la visita que por aquella época realizó el explorador galo Henri Mouhot a sus ruinas, recubiertas por la espesa vegetación de la jungla.
Los españoles ya habían desvelado hacia unos 300 años la belleza y majestuosidad de la legendaria ciudad de Angkor, y fueron los frailes españoles Gabriel Quiroga de San Antonio y Diego Aduarte, que narran a principios del siglo XVII en cartas dirigidas al rey Felipe III las experiencias vividas en Camboya por aventureros españoles llegados a ese reino a finales del XVI en busca de fortuna y nuevos territorios para la Corona de España

1.567Los primeros misioneros que llegaron a Tailandia en 1.567 fueron los dominicos Jerónimo de la Cruz y Sebastiao do Canto, que fueron asesinados en 1.569.
1.592Blas Ruiz de Hernán González nació en La Calzada cerca de Ciudad Real, marchó a América de muy joven donde caso con una mujer rica, con la dote pero sin su mujer se desplazo a Filipinas, compró un navío, reclutó una tropa con su dinero y puso rumbo a Camboya.
En 1595, la Corte de Camboya andaba con problemas. Tailandia había atacado al reino de Camboya y derrotado a su Rey Apram. El Rey huyó al vecino Laos con toda su familia. Un tal Prabantul se hizo cargo del país y se proclamó Rey. El legítimo Rey Apram, nombro a Blas Ruiz su Embajador y lo mando a Manila para solicitar ayuda de los españoles. Al mismo tiempo que llegaba Ruiz a Manila lo hacia una Embajada enviada por el Rey de Tailandia, la encabezaba el mercenario portugués Diego Belloso.El objetivo de esta Embajada era lograr lo contrario que la anterior, es decir que los españoles de Filipinas se mantuvieran al margen . El Gobernador de Manila, Pérez Dasmariñas decidió apoyar al destronado Monarca camboyano, enviando una expedición de un galeón y dos juncos con 120 españoles y algunos mercenarios japoneses, al mando del Capitán canario Suárez Gallinato. Los juncos iban capitaneados por Diego Belloso, y Blas Ruiz, con ellos viajaba el Dominico Fray Gabriel de San Antonio, es por quién se tienen noticias de todos los sucesos que posteriormente ocurrirían.
El 19 de Enero de 1596 partía la pequeña expedición del Puerto de Manila.Una tempestad separó las naves. Los juncos llegaron a la desembocadura del Mekong en Camboya sin demasiados problemas, y el galeón con Gallinato acabo en Singapur, muy maltrecho perdiendo el contacto con Belloso y Ruiz. Al llegar estos a Camboya fueron recibidos por el Rey usurpador Prabantul. Las ordenes que traían era tratar de resolver el problema dinástico entre familiares de modo pacifico, actuando como árbitros en el asunto y sacando ventajas comerciales o algún tipo de beneficio para los intereses de la Corona. Como muestra de buena voluntad ,entre otros muchos regalos, el Gobernador de Filipinas enviaba a Camboya un animal rarísimo y exótico para el país, un burro.
Nada mas llegar los españoles entraron en conflicto con los chinos. Una colonia de más de 3.000 chinos vivía en la capital, en su mayoría dedicados al comercio. De inmediato vieron a los hispanos como rivales y empezaron a hostigarlos día tras día. Al final hubo un serio enfrentamiento y el resultado fué más de 300 chinos muertos y sus juncos en poder de los castellanos. Cuando el Rey se entero de esta noticia, exigió la devolución de los barcos y la presencia en su palacio de los Capitanes españoles. Blas Ruiz se encamino a Palacio con 40 de sus hombres. No se sabe como, pero se enteraron que se les preparaba una encerrona La reacción fue asaltar el palacio real durante la noche y provocar un incendio. El Rey fue alcanzado por el tiro de un arcabuz durante los incidentes y murió. Una multitud se lanzó en persecución de los españoles, consiguieron embarcar y se encontraron con Gallinato que subía por el río Mekong con el resto de la expedición. Gallinato viendo como estaba la situación decidió dar marcha atrás por dicho río, bordear la costa e intentar llegar a Ho-Chi-Ming ( Saigon ). En el puerto de Chua Chang encontraron semidestruida la nave en la que había encontrado la muerte el anterior Gobernador Gómez Pérez, padre del actual Gobernador de Filipinas Pérez Dasmariñas .Gómez Pérez se había puesto al frente de una expedición en socorro de las Molucas, que se habían rebelado. Los marineros chinos de la nave se sublevaron y mataron a todos los castellanos, huyendo luego hacia Cochinchina. Gallinato partió hacia a Manila, llegando en Mayo de 1597, en cambio Ruiz y Belloso se dirigieron a Laos en busca del Rey legítimo Apram.
Cuando Blas Ruiz y Diego Belloso llegaron a Laos se encontraron con que el Rey de Camboya Apram había muerto, el heredero era el hijo menor Prauncar. En Camboya se había proclamado Rey el hijo del usurpador Prabantul, de nombre Chupinamu.
Ruiz y Belloso parece ser que convencieron a la Familia Real de Laos para ir a la conquista y recuperación del trono de Camboya, con la ayuda del Mandarin Ocuña-Chu y 6000 laosianos. Bajo el mando de Ruiz y Beloso vencieron al usurpador , acabando por coronar y restituir al Rey legitimo en su trono. En premio a su audacia y valentía la Familia Real les nombró gobernadores de dos provincias, y autorizó la presencia de misioneros católicos.
Una embajada es enviada a Manila en agosto de 1598, y el Gobernador Pérez Dasmariñas decide mandar 2 religiosos junto con 200 soldados españoles a Camboya. La expedición con 3 buques no llegaría a su destino Una nueva expedición es enviada con 2 buques, al mando de los Capitanes Luís Ortiz del Castillo y Luís de Villafane. Llegan sanos y salvos a Camboya, donde son muy bien recibidos por Ruiz, Belloso y el puñado de españoles que quedan, pero no así por la Corte. El Rey Prauncar, aunque muy joven, tenía mucha afición a la bebida. El reino lo gobernaba su madrastra, la viuda del difunto Rey Apram, y amante del Mandarin Ocuña. Este vió con muy malos ojos la llegada de refuerzos desde Filipinas y temiendo por su posición de favorito, obligó a los dos buques españoles a regresar a Manila, mientras navegaban rió abajo fueron atacados por tropas de mercenarios malayos, fuerzas bien entrenadas y dotadas de artillería. Todos los soldados españoles sucumbieron,
En la capital, Ruiz, Belloso, y los soldados que quedaban también fueron atacados por las fuerzas de Ocuña, y todos los españoles resultaron muertos, a excepción de Juan de Mendoza y Fray Gabriel, que consiguieron hacerse a la vela y huir a Manila donde dieron cuenta de lo sucedido.En Filipinas se perdió el interés por estos reinos, visto los embrollos y problemas que había traído consigo, finalizando las expediciones españolas al reino de Camboya
1.858
La guerra de la Cochinchina
La campaña se inició como una expedición militar punitiva de tropas franco-españolas, con motivo del asesinato de varios misioneros españoles y franceses entre ellos el Obispo José María Díaz Sanjurjo, después de una bárbara persecución antieuropea y anticristiana desencadenada por el Emperador Minh- mang . El 1 de diciembre de 1857, el Ministro de Asuntos Exteriores francés comunicó a su homólogo español que Luís Napoleón III había dado órdenes a la escuadra francesa en la zona para dirigirse frente a las costas del Reino de Annam, era una expedición de castigo y solicitaba la participación de la flota española instalada en Filipinas, a lo que el gobierno accedió con un encendido ardor patriótico. Al mando de las unidades españolas se nombró al Coronel Bernardo Ruiz de Lanzarote, y desde Manila, se hizo a la mar la flota española. La tropa de Ruiz de Lanzarote, de 1.650 hombres, compuesta por peninsulares y tagalos, se unió a la francesa, comandada por el Contraalmirante Rigault de Genouilly. Atracaron en la bahía de Turana, con la intención de rendir a su capital Hué, pero no pudieron romper sus defensas, la flota combinada se dirigió a Saigón (ya entonces tenía más de 100.000 habitantes) asaltando la ciudad el 17 de febrero de 1859, a los pocos días estos fueron sitiados por los annamitas, sitio que duró 7 meses. En 1860, la tropa española fué reforzada directamente desde España por un cuerpo expedicionario al mando del Coronel Carlos Palanca. A su llegada a Saigón se encontró con una situación dramática de los defensores , pero al final los sitiadores annamitas fueron vencidos. Analizando la situación se percato de la farsa y las intenciones francesas, que eran quedarse definitivamente en estas regiones. El Coronel lo comunicó, e ideó un plan para que España se estableciera en Indochina como estaba haciendo Francia, y dejáramos de ser unos comparsas de los franceses, pero en España se ignoró su propuesta, era la época de las guerras civiles, represalias y pronunciamientos.
A finales de1861 el nuevo Jefe de la expedición conjunta, el francés Page ordenó la retirada de las tropas españolas, sin previa consulta al Gobierno Español
Tras la ocupación de la zona meridional del país conocida como Cochinchina, el 23 de marzo de 1862 se daba por concluido el conflicto, firmándose la paz el 14 de abril sin que hubiera signatario español alguno. El emperador Tu aceptó las condiciones de París, cediendo dicha zona ocupada a Francia. Las tropas españolas regresaron a Filipinas. España renunció a pretensiones territoriales en la zona, dándose por satisfecha con las garantías otorgadas por las autoridades locales al culto cristiano. El resultado fue, una retirada vergonzosa, y además el gobierno español silenció esta humillación nacional ante la opinión pública, tras cinco años de sacrificio y de cientos de muertos. Posteriormente Francia se extendería por Camboya, y el norte de Vietnam. En 1902 tenían ocupada toda la península de Indochina, lo que se llamó la Indochina Francesa.
En 1954 un ejército francés de 20.000 hombres fue derrotado totalmente en Dien Bien Phu, situado a unas 150 millas al W de Laos. La Indochina Francesa fue borrada del mapa, creándose cuatro estados independientes: Camboya, Laos, Vietnam del Norte, Vietnam del Sur.
En 1969 los americanos con un ejército que llegó a disponer de 500.000 soldados, también serían derrotados.
1.936Durante la guerra civil, los republicanos crearon una falsa embajada de Siam en la calle Juan Bravo nº 12 de Madrid, que servia de señuelo para atrapar falangistas, prometían traspasar personas a la zona nacional y los que allí acudían eran rápidamente detenidos o fusilados
1.954De los republicanos españoles que pasaron a Francia terminada la guerra, unos 15.000 se alistaron en la legión extranjera, y muchos combatieron en la batalla de Dien Bien Phu.
1.965En la década de los sesenta, durante la guerra de Vietnam, el Presidente Johnson solicito ayuda militar a España. En 1.966 marchó para Vietnam un cuerpo sanitario de treinta voluntarios de médicos enfermeros y ayudantes, al mando del Coronel Francisco Faundez. Fueron relevados en un par de ocasiones y estuvieron allí durante cinco años en el Hospital de Go-cong en el delta del Mekong,
Actualmente
Existen inscripciones y documentos hallados en Camboya, que recogen las aventuras de Ruiz y Belloso, a quienes presentan como «hijos adoptivos de Satha». En recuerdo de los españoles, un grupo de camboyanos levantó hacia 1940, en la carretera que une Phnom Penh con la frontera vietnamita y uno de los pueblos que más sufrieron el efecto de los bombardeos durante la guerra con Estados Unidos, un sencillo monumento en honor de aquellos aventureros capitaneados por Ruíz y Belloso.


J.P., publicado en http://herenciaespanola.blogspot.com/



viernes, 26 de noviembre de 2010

La Real Senyera Coronada



El 9 de octubre de 1238, día de Sant Donís, Jaume I el Conqueridor veía ondear la Senyera en Valencia. Cien años después, Alfons III de València, el Magnànim, instituye la gran fiesta valenciana. En 1377, el rey Pere II de València (IV de Aragón) coronó la Senyera como agradecimiento por la lealtad y el valor del reino contra Pedro I el Cruel de Castilla.

El 18 de julio de 1521 tropas catalanas y castellanas -al servicio de la nobleza- perpetraron la gran matanza de valencianos cuando "entre Almenara y Morvedre quedaron tantos muertos como cepas de viñas". Solo cinco años después, el 20 de mayo de 1526, llegaba un mensajero de Onda hasta el Cap i Casal pidiendo auxilio: los moros habían degollado a los habitantes de Chilches. EI 7 de junio se colocó la Reial Senyera en las Torres de Serranos, lo que significa "declaració de guerra a sang i foc". La guardaren de dia i de nit vint homens del Centenar de la Ploma. Tras la victoria en Espadán, la Reial Senyera hizo su entrada triunfal en Valencia el 25 de septiembre de 1526, acompañada por los cañones de Xátiva.


El 23 de mayo de 1808 los gabachos imponen a Pepe Botella como rey. En la placeta de les Panses, Vicent Doménech, "El Palleter" de Paiporta que vivía en Patraix, se arranca la faja de saragüell y enarbolándola como si fuera la Senyera, grita: Un pobre palleter li declara la guerra a Napoleó! El franciscano padre Rico es encargado de reclutar hombres entre 16 y 40 años, de quemar el papel sellado por Murat, y de sacar la Reial Senyera como declaración de guerra "a sang i foc". Los valencianos lucharon al grito de: Muiguen els traidors!

Y así, mil historias siempre con la Senyera. Que no haga reverencia, que no se incline ante nada ni ante nadie. Que su salida no sea nunca por la puerta, que solemnemente sea bajada en vertical desde el balcón.
Que se le tributen los máximos honores, con marcha real y veintiún cañonazos.

José Donís Català

http://blogs.periodistadigital.com/politicamenteacorrecto.










sábado, 20 de noviembre de 2010

JOSÉ ANTONIO ¡¡PRESENTE!!


José Antonio era alto, guapo, moreno y con la mirada profunda que le confería el ser un jurista de primera calidad, condición aplicable a su carácter como persona. Ciertamente, pertenecía a eso que llamamos aristocracia. Pero jamás fue un aristócrata altivo y clasista. Fue un aristócrata sencillo, un aristócrata “popular”, entendiendo el término como un hombre rico que se preocupaba por las clases populares. En vez de dedicarse a derrochar su fortuna en orgiásticas experiencias o en holgazanear, decidió dedicarse por entero a España y a los españoles. En ello invirtió largas y pesadas horas, comiéndose la cabeza para encontrar la fórmula secreta que sedujera a esas clases españolas, proletariado, burguesía y aristocracia, en las que él depositaba las esperanzas para construir la España una, grande y libre que figuraba en la cosmovisión falangista.

En el preciso momento en que José Antonio miraba su reloj eran las tres de la madrugada del 20 de noviembre de 1936. En breves horas sería ejecutado. El sueño de ver a su amada España en lo más alto de la posición mundial se iba a desvanecer. Quizá algún día, allá desde el Cielo, podría ver resurgir a España. ¡Quién podía saberlo! Las fuerzas nacionales habían fracasado en Alicante, maldecía. ¿Por qué tenía que morir? Bueno, pensaba tras la dubitación, era muy lógico que, habiendo sido asesinados millares de falangistas y de derechistas durante el decurso de la guerra e incluso antes, cayera ahora él, que era el máximo dirigente de la fuerza nacional más importante: Falange.

Tomó la Biblia que había en la mesa de su celda, y abrió por una página al azar. Leyó: “Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo” Hojeó más allá, y se encontró con la sentencia: “Padre, aparta de mí este cáliz”. José Antonio, que se había mostrado muy entero en la defensa que hizo de sí mismo y de su hermano, no pudo evitar que una lágrima empezara a recorrer su mejilla, y exclamó un poco en voz alta: “Señor, el fin para mí está cerca. Aparta de mí este cáliz. Por favor, no me abandones”. Se tumbó en la cama y comenzó a escribir en una arrugada hoja de papel: “Esto toca a su fin. En unas horas estaré ya junto a Dios y su Juicio. Los ángeles con espadas estarán esperando mi llegada. Me voy sin jactancia, porque nunca es alegre morir a mi edad, pero no espero que nadie incurra en dramatizaciones inútiles de mi muerte. Ahora mismo están luchando por los campos de España miles de falangistas dispuestos a dar su sangre por la España en la que creen y a la que yo les acerqué. Es normal, por lo tanto, que yo, que soy el líder de esos muchachos de corazón ardiente, dé mi sangre por esa España que yo traté de alcanzar en vida. Espero que las escuadras enteras de falangistas que añoran la España inmortal sirvan a su nuevo jefe, el general Francisco Franco, como lo hicieron conmigo. Mi muerte no debe significar el fin de nuestra lucha, pues mientras haya un solo falangista en España, nuestro ideal seguirá vivo y en pie. Tengo a mi lado un crucifijo que espero me ayude a superar el miedo que ahora me atenaza el corazón. Sé que habrá muchos camaradas, muchos amigos, muchos familiares que llorarán mi pérdida, pero sólo puedo decirles que no se preocupen, que en unos años (espero que muchos, porque ellos aún son útiles en el servicio de la Patria) nos veremos allá arriba, en comunión con el Altísimo que todo lo puede. Confío en que esta guerra, tan dolorosa, sirva para expulsar por fin del interior de España a los diablos marxistas y liberales, que son quienes nos han llevado a esta situación. Un abrazo para todos aquellos que pusieron su fe ciega en mí y hasta siempre, José Antonio”.

Ya eran las 5 y media. José Antonio sacó una foto de sus padres que tenía guardada en la maleta, y besándola con cariño, dijo en voz muy baja: “En breve nos veremos, papá. Por fin podré darte un beso, mamá. No sabes lo que he sufrido por tu ausencia”.

A continuación, guardó la foto y sacó una serie de cartas, que iban dirigidas a sus familiares y amigos. Las dejó sobre la mesa y las releyó despacio. Las volvió a guardar y las acompañó con una nota que ponía: “Dar a sus destinatarios”. Se peinó el poco pelo que aún perduraba en su cabeza, y volvió a recostarse sobre la cama. Rezó en silencio, en una oración que se prolongó una eternidad. Sabía que era la última vez que hablaría con Dios antes de verle. La hora había llegado.

La voz del carcelero retumbó por el pasillo donde se apiñaban las celdas:

José Antonio Primo de Rivera, vístase. Es la hora.

José Antonio se puso, en un silencio conmovedor, las zapatillas, y se echó uno de sus preciosos abrigos por encima. El carcelero, impaciente por llevar a cabo la ejecución y poder así echarse a dormir, le espetó:

Vamos, coño, que es para hoy.

La voz de José Antonio sonó serena para decir:

Como sólo se muere una vez, hay que morir con dignidad.

Una vez que se hubo vestido, José Antonio fue conducido ante la presencia de su hermano Miguel. José Antonio, con un brillo chispeante en sus ojos saltones, dijo:

Hola, Miguel.

Hola, Jose. Bueno, creo que ha llegado la hora de despedirnos.—le respondió con voz temblorosa Miguel.

Sí, creo que sí. Os quiero mucho a todos, Miguel. Cuando salgas de aquí, dale un abrazo muy fuerte a todos nuestros hermanos y un beso a la tía Ma.

Se lo daré de tu parte. Te quiero mucho, hermano—dijo Miguel con unas lágrimas aflorando en su rostro.

Help me die with dignity—susurró José Antonio con su persistente brillo en los ojos y una tenue flacidez en el semblante.

José Antonio, ruega por nosotros.

La voz bronca del carcelero interrumpió a los dos hermanos: “Vamos, deprisa, ya es hora”

José Antonio, que en ese momento estaba abrazándose postreramente a su hermano, fue cogido por la espalda por el carcelero y otro colega. Cuando se lo llevaban, espetó:

Miguel, España no se rendirá. ¡¡Arriba España!!

¡¡Arriba España siempre, José Antonio!!—respondió Miguel conmocionado.

José Antonio, en el pasillo, no pudo reprimirse, y con serenidad, les dijo a los guardianes una frase que ya había pronunciado en uno de sus juicios:

¡Qué equivocados estáis! Vais a fusilarme a mí, que venía en vuestro amparo.

Llegaron al patio de la cárcel. Se oían ruidos de pistolas y de granadas, olía a pólvora. José Antonio fue llevado junto a cinco personas más, tres falangistas y dos carlistas, a un rincón de la prisión. Los jóvenes falangistas quedaron impresionados al ver a su líder, allí, con su imponente abrigo, sereno, incluso con un ademán sonriente en el rostro al ver allí a sus muchachos. José Antonio, en última instancia, dijo a aquellos que se disponían a llevárselo para siempre:

Yo no soy vuestro enemigo. Yo soy vuestra ayuda. No tenéis que fusilarme a mí, sino a vuestros jefes. Ellos no hacen nada por vosotros. Son sólo embusteros.

Los miembros del pelotón de fusilamiento hicieron caso omiso de las palabras de José Antonio. Éste, consciente de que era inútil cualquier intento de avenirse a razones con aquellos, les espetó:

¿Son ustedes buenos tiradores?

Los otros contestaron afirmativamente. José Antonio, cuyo abrigo le había pedido el carcelero como regalo, tomó su abrigo y lo arrojó con fuerza hacia el carcelero. A continuación, apretó con fuerza el crucifijo que llevaba en su mano izquierda. La descarga de los doce miembros del pelotón, seis anarquistas de la FAI y seis comunistas, sonó atronadora. José Antonio, en trance de muerte, exclamó antes de caer al suelo fulminado por las balas, con el brazo derecho en alto:

¡¡¡Arriba España!!!

Todo había terminado. José Antonio yacía ensangrentado en el suelo. Su corazón español había sido fulminado por la acción asesina de las balas. Uno de los cerebros más privilegiados de Europa, en palabras de don Miguel de Unamuno, había muerto. Pero su asesinato no fue en vano. Su generosa sangre regó los destinos de España durante los cuarenta años siguientes, un periodo en el que España volvió a ser Una, Grande y Libre.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Un guardia civil




ABC
TRIBUNA  PUBLICA
 
Un guardia civil
Por Antonio TEJERO MOLINA
Teniente coronel de la Guardia Civil
 
 
En el Ejército, lo primero que se hace antes de iniciar una relación entre varios es presentarse con el nombre, grado y destino, como pequeño adelanto de la personalidad del militar; y como por circunstancias harto conocidas me encuentro en boca de muchos de mis compatriotas, quiero presentarme ante ellos para que, de esta forma, lo más objetivamente que pueda hacerlo, sepan algo sobre quién es Tejero y las circunstancias que le rodean.
Ante ustedes, no por voluntad propia, sino por avalares del destino, se presenta Antonio Tejero Molina, militar español, para quien ante el sacrosanto nombre de España todo lo demás, excepto Dios, queda oscurecido de tal forma que apenas sí se ve, de tal forma que por ella, por España y cuanto representa, río, sufro, trabajo, vivo y si es necesario muero con alegría.
Que el sentirme español sea para mí el más preciado título, tiene una sencilla y demostrable explicación: es que España es tan grande, tan hermosa... Es grande en su historia, hermosa en sus tierras, rica en sus campos, fecunda en sus gentes y divina en su lengua: ¡El español! Me he recreado miles de veces mirando con avaricia sus tierras; y lo mismo me ha estallado el alma de orgullo ante sus altivas montañas, que ante sus verdes y sosegados valles de Vascongadas; lo mismo se ha perdido mi ilusionada mirada en su inmensa llanura manchega, que he creído volar desde lo alto de los Picos de Europa; lo mismo me he tostado bajo el sol en sus playas de Málaga y de Maspalomas, que me he quemado con sus nieves en Candanchú y en el «Escaparate»; me he empapado durante años con el agua de sus cielos de Galicia, de la misma forma que me he abrasado al sol de su hermosa “siberia” extremeña...
Y  la belleza de sus rías, y el fragor de sus minas, y el bullicio de sus ciudades, y el sosiego de sus pueblos, y el sabor de sus vinos: Jerez, Rioja, Jumilla,  Priorato, Rueda y Ribeiro...; y el gusto de sus guisos: fabada, cocido,  escudilla,  gazpacho, caldereta, pote, marmitako, sancocho... Comidas y bebidas de una raza bravía cuyos machos han llegado a ser dioses y ejemplo de heroínas sus hembras.
Y de su tierra a su historia, ante la que, señores, ¡hay que descubrirse! Todos sabemos que desde los Reyes Católicos fuimos una gran nación, que no tardó en convertirse en grandísima. Tan grande era que en ella no se ponía el sol; y alumbró entonces nuevas tierras y se entregó generosa a aquellas hijas de  más  allá del océano, que son hoy pueblos hermosos que recuerdan a la Madre Patria que les dio el ser, que la recuerdan en español, y que en español, y a la sombra de la cruz, rezan sus hijos.
Desde entonces, nuestra Patria ha caminado siempre por la Historia sacudiéndose el yugo cuando intentaron ponérselo, porque al grito de «¡La Patria está en peligro!» ha tenido siempre prestos a sus hijos para volver a convertirla de meretriz en soberbia matrona. Y es esa Historia la que nos grita: «¡Mirad a España!, pero mirad sintiéndola, para que se nos grabe en el alma, para llevarla eternamente en nuestros sentidos.» «¡Mirad a España!, pero viéndola en sus tierras, oyéndola en sus cantares, descubriéndola en su Historia, abrazándola en su bandera, rezando en sus templos, mirando sus cielos, trabajando sus campos, amando  a  sus  gentes,  comiendo  sus guisos, bebiendo sus caldos, sudando bajo su sol y tiritando sobre su nieve.»
«¡Mirad a España! besando a sus hembras y pariendo a sus hijos.» Solo así te sentirás español. Español a quien le duele España. Y hoy nos duele porque no nos gusta como es. Hoy nos duele porque España tiene que ser una y grande y no muchas y rota. Nos duele porque antes era alegre y ahora está asustada, y porque antes tenía trabajo y paz para sus gentes y ahora tiene paro y sangre en sus tierras; porque antes era respetada y ahora es el «hazmerreír» de los extraños; porque antes estaba gobernada y ahora tiene a unos dirigentes que, en vez de repartir paz, trabajo y justicia social —y también de la otra— discuten tan ricamente desde sus cómodas poltronas el sexo de los ángeles..., y eso, amigos, como español, duele; ¡duele hasta reventar!
Pero volvamos a mi presentación. Este español dolorido nació en Málaga hace cuarenta y ocho años, se crió en Alhaurín el Grande, «el lugar», como le decimos; nació de la clase media, bueno, eso creía yo hasta que protestaron otros diciendo que mi clase no era la media, sino la baja, de acuerdo con mis antecedentes. El caso es que nací hijo de honrados maestros y nieto de sufridos labradores, y si tales antecedentes me sitúan en la clase baja, así lo admito y de ello me enorgullezco, pues no debemos ser malos cuando, poco a poco, vamos subiendo y progresando...
Estoy casado con una maravillosa mujer, hija de guardia civil y maestra de profesión y vocación, honrada y española como la que más, una mujer religiosa y prolífica que ha enriquecido nuestra unión con seis hijos que son nuestro orgullo y nuestra fortuna, educados todos ellos a la sombra de la cruz y en el amor a su Patria. En partes iguales se distribuye nuestra descendencia: tres varones y tres hembras; de aquellos, uno ya es militar, y de éstas, dos están casadas, también con militares; un nieto y otro en camino aseguran la prolongación de la familia. A la vista de todo ello es fácil sacar en conclusión que soy un hombre completamente feliz.
Aunque no soy monárquico, no me importa que mis amigos lo sean porque acepto cualquier forma de Estado, incluida la Monarquía, siempre que conduzca certeramente a mi Patria. Amo la vida y la libertad. Me gusta el orden. Soy católico practicante sin ser beato, y aunque no sea la mía una familia de mucho «rezo», todos los días damos gracias a Dios por los alimentos que permite llegar a nuestra mesa y bendecimos su nombre en familia al final de cada jornada. Políticamente no estoy encuadrado en ninguna ideología. Mi única política es España: su paz, su orden, su trabajo y su grandeza. No quiero nada que no haya ganado con mi sudor, y respecto a los demás, deseo que cada uno tenga lo que se merece, y me inclino por el más débil, no en una relación paternalista, sino en un plano de igualdad humana, de hombre a hombre.
En el trabajo y en el servicio soy duro para conmigo mismo y lo soy también para con tos demás, por ello, generalmente, no dejo pasar las faltas, las castigo, sin rencor pero sí de acuerdo con mi sentido de la justicia; por eso ni he guardado ni guardo rencor a quienes me han castigado si merecí el castigo. Entre mis grandes preocupaciones está la de la justicia social, pero sin demagogia; como cristiano sé que todos los hombres somos iguales, que lo único que cambia es aquello que Ortega y Gasset llamaba las circunstancias; por eso no creo en la existencia de razas privilegiadas, creo en los hombres y, sobre todo, creo en los españoles, y por lo que a mí se refiere, creo tener una enorme capacidad para encajar los reveses con la sonrisa en los labios, sin desfallecer nunca.
Tengo también defectos, quizá demasiados, pero de resaltar éstos ya se encargarán otros cumplidamente...
Creo que he hablado ya lo suficiente de mis orígenes, mi vida familiar y los pilares fundamentales de mi pensamiento como hombre y como español; quiero concentrarme ahora en mi condición de militar. Desde siempre quise ser militar, aunque no había precedente alguno en mi familia. Fue en 1951 cuando conseguí mis cordones de caballero cadete de la Academia General Militar. Aún ahora, en peligro de poder perder el uniforme, me parece mentira verme con los cordones en la mano, en la mano porque en el corazón los he llevado siempre.
Sin vanidad alguna por mi parte, pero sí con la obligación moral de salir al paso de quienes afirman que son militares los que no sirven para otra cosa, tengo que decir que fui un buen estudiante de Bachillerato, como certifican las abundantes matrículas de honor de aquellos años en los que se iniciaba mi expediente académico. Ya en la Academia General fui, durante tres años, cabo galonista por pertenecer a la primera promoción de la Guardia Civil, Cuerpo militar por entero, aunque yo siempre deseé que fuese Arma; Cuerpo militar español por su origen y creación, benemérito porque lo ha ganado a pulso y heroico porque lo ha demostrado a través de gestas como Santa María de la Cabeza, el Alcázar de Toledo, Oviedo y Tocina, que si cada una por sí misma sería suficiente, forman en su conjunto un póquer de ases que bien ganó para la Guardia Civil el titulo de heroico Cuerpo militar.
Durante mi permanencia en la Academia me enseñaron todo lo que ahora pongo en práctica y constituye el eje de mi vida, aunque mis profesores parecen haberlo olvidado. ¡De desmemoriados anda el mundo lleno! Lo cierto es que de aquellos profesores, hoy desmemoriados, aprendí el culto al valor, a la dignidad, al honor, a la Patria, a su unidad y a su bandera, y también el culto a nuestros muertos. Y me va a permitir el lector que haga un pequeño aparte para decir, en voz baja, confidencialmente a quienes tales enseñanzas me dieron: Señores desmemoriados ¡voy a tener que darles rabillos de pasas!
Tras este pequeño paréntesis, hecho gracias a la paciencia de los pacientes lectores, vuelvo a aquellos anos de mi vida en la Academia General de la que salí teniente en diciembre de 1955. Cataluña fue mi primer destino, y allí permanecí durante tres años. Cataluña era por aquellos años uno de los últimos reductos del bandolerismo español, con personajes como Sabater, Facerías y «Caraquemada», entre otros. Y cumpliendo aquel primer destino surgió la campaña del Sahara-Ifni. Poco tardé en redactar mi instancia (una instancia cuya copia conservo) solicitando mi incorporación a la Policía Territorial del África occidental española, pero mi petición fue denegada con la justificación de que estaba prestando servicio en zona de bandoleros de la que no se podía distraer esfuerzo alguno.
Y de Cataluña, a Galicia. Al ascender a capitán en 1958 me incorporé a una de las compañías del Miño, zona contrabandista de duro y sacrificado servicio. Allí me salieron las primeras canas y allí gané la primera cruz. Vélez-Málaga fue el siguiente destino, y después de Andalucía, Canarias; en 1963, con el ascenso a comandante, llegó el destino a Las Palmas de Gran Canaria. Badajoz fue la etapa siguiente de mi vida militar; allí pasé los años más apacibles de mi carrera, y de Badajoz he dicho siempre que es la tierra donde no nací pero en la qué sí me gustaría morir. Allí crecieron mis hijos y allí se terminó la lista de ellos con nuestro Juanico... por lo menos eso creo yo.
El ascenso a teniente coronel en 1974 iba a tener una importancia decisiva en mi vida militar. Fui destinado a Guipúzcoa y allí me incorporé el mismo día que se celebraba el funeral por el cabo Posadas. Aquella circunstancia debió ser como una premonición de la honda transformación que en mí iba a producirse; fue en aquellas tierras donde me convertí en un verdadero guardia civil, fue allí donde pude darme cuenta, en toda su dimensión, del temple, la disciplina y el valor y la gallardía de nuestros guardias; y fue allí, ante cada uno de los féretros, ante cada uno de los cadáveres de nuestros hombres, caídos por la insensatez de nuestros dirigentes, donde me hice la solemne promesa de no quedar en paz con aquellas víctimas heroicas hasta no igualar, al menos, su sacrificio.
Fue allí, en aquellas tierras, donde prediqué a mis hombres con el ejemplo, como a mí me gusta que me prediquen, ¡mojándome el primero! Allí vestí y paseé mi uniforme y mi tricornio con mayor orgullo que en ningún otro lugar de España. Siempre llevé en mis salidas el coche negro de servicio con la matrícula PGC y el letrero de «Servicio oficial». Fue allí donde más descubierto estuvo mi pecho, sin camuflaje alguno, porque tampoco estaban camuflados mis guardias de control; uniformado reglamentariamente visité los barrios viejos de San Sebastián y Vitoria, cuyas dos Comandancias mandé; vestido de uniforme fui también en ocasiones a las salas de fiestas en las que, en sus jornadas libres de servicio, disfrutaban mis guardias con la sana alegría de la juventud. Y nunca, ¡nunca! recibí de uniforme insulto alguno.
Pude haber sido tiroteado. No desconocía el riesgo y difícilmente podía olvidar a todos y a cada uno de los hombres muertos. Pero el riesgo es siempre inherente a nuestra carrera. Muchas veces he dicho a mis hijos que la vida es preciosa y que una de las cosas que más la engrandecen es el saber que se la puede uno jugar por algo que merezca la pena.
Durante mi estancia en Vascongadas fueron cerca de veinte las víctimas que hizo el terrorismo en el Cuerpo de la Guardia Civil, aunque de ellos solamente el cabo Frutos estaba a mis órdenes. Luché contra la ETA con todo mi afán, sin conceder descanso alguno a los terroristas, para que no pudieran pensar ni reaccionar; nuestra lucha no admitía tregua alguna, pero era, también por nuestra parte, una lucha limpia, enfrentada a la sucia lucha de los terroristas. Así y todo se logró detener a ciento cuarenta etarras, todos los cuales salieron en triunfante libertad gracias a la amnistía.
Sí, a lo largo de mis años de destino en Vascongadas tuve que asistir a demasiados entierros; eran mis hombres aquellos cadáveres, y es cierto, como dijo en alguna ocasión la Prensa, que besé a mis muertos; sí, los besé, aunque la mayoría de aquellos guardias muertos no tuvieran apariencia humana, como consecuencia de las explosiones que habían segado sus vidas. Sí, es cierto que los besé, y que mis labios se llenaron con su sangre de mártires; y es cierto también que mi hijo los besó, y allí, que yo sepa, nadie sintió náuseas. Aquello era para hombres y allí, que yo sepa, no había ninguno que no lo fuera.
También fue durante mi permanencia en Vascongadas cuando se llevó a cabo la legalización de la bandera separatista, esa bandera que ahora llaman las izquierdas «banderola», y que entonces antepusieron a la bandera de España. Aún estaba caliente la sangre del cabo Frutos cuando fue legalizada la bandera separatista y aquello me indignó, creo que justamente. Mis guardias y yo pasamos la peor noche de nuestra vida. Salimos varias veces a rescatar banderas españolas ultrajadas, en contra de las órdenes recibidas de no salir por ningún motivo. Una de esas banderas que pudimos rescatar medio quemadas preside desde entonces mi hogar.
Pensar que la «banderola» iba a ondear por encima de la sacrosanta bandera española me hizo saltar contra los culpables y aquello me costó un mes de arresto en Madrid y el cese en el mando de la Comandancia.
El siguiente destino fue la Jefatura de la Comandancia de Málaga, mi patria chica. Y allá nos fuimos con toda la ilusión del mundo. Había allí un pabellón precioso para mi mujer; allí estaban mis padres; allí estaban los amigos. Se reunían, en fin, muchas circunstancias para que en la Comandancia de Málaga pudiera encontrarme a gusto. Pero seguían los asesinatos y las tropelías en nuestra España. Las víctimas iban sumándose en cantidades que yo difícilmente podía soportar, aunque no falten quienes se tragan esas cifras sin pestañear, ¡allá sus estómagos!
Un atentado terrorista se cobró tres vidas: el señor Unceta, un hombre cabal, y dos guardias civiles. Y en aquella misma jornada me anunciaron que iba a haber en Málaga una manifestación en apoyo de la mayoría de edad, en definitiva, uno de esos «escandaleras» que organizan los marxistas y a los que acuden para gritar «¡Amnistía!»
Aquello me pareció una provocación, un comportamiento que no podía aguantar. Intenté por el diálogo evitar que la manifestación se celebrase, pero, aunque me dijeron que iba a ser trasladada a otro día, comprendí que trataban de engañarme y, ya al filo de iniciarse la manifestación, le dije al gobernador Civil: «Hoy España está de luto... Mañana seré un arrestado, pero hoy no se profana a mis muertos.» Y así me jugué la mejor Comandancia que he visto, porque disolví la manifestación, sin violencia, porque no fue necesaria más que la decisión y la firmeza reflejadas en los ojos de los hombres que componían mi fuerza. Aquellos hombres actuaban con energía y con la confianza en su mando, sabiendo que no iba a dejarles en la estacada, y está demostrado que cuando hay autoridad y decisión es innecesaria la violencia; solamente después de reculeos y blandenguerías es imprescindible la violencia. En fin, mi actuación me trajo un mes de arresto y el cese en el mando.
Marché a mi retiro extremeño, porque soy de carne, y en ésta me dolía lo que había perdido. Allí, en mi retiro extremeño, sin esperarlo, llegó el nombramiento de jefe de la Agrupación de Destinos de la Dirección General del Cuerpo. No era el mando ansiado por mí, pero era un mando. Y así llegué a la Villa y Corte, y así empecé a respirar en tres dimensiones lo que a las provincias solamente llega en dos. En Madrid tuve oportunidad de leer un proyecto de Constitución en el que faltaba Dios y sobraban «nacionalidades». Escribí inmediatamente una carta al Rey pidiéndole que aquel proyecto no saliera adelante y pidiéndole que no corriera más sangre... Catorce días de arresto y nuevamente en peligro mi destino. Entonces tomé un café con tres amigos y otro más, que, pareciendo serlo, resultó un vulgar delator; tomamos café en la cafetería Galaxia y... diecinueve meses de prisión efectiva, siete de ellos legal.
Me encontré nuevamente disponible y en Madrid, respirando a boca llena, durante las veinticuatro horas del día: asesinatos, atracos, trabajadores en paro mendigando por las calles, por las plazas y en las estaciones del Metro; veinticuatro horas al día viendo humillados a muchos de los que hasta entonces había considerado hombres dignísimos, viendo actos de cobardía, de indiferencia ante todo; veinticuatro horas al día oyendo los ladridos furiosos de los cuarenta sectarios que emponzoñan a nuestro pueblo, oyendo los crujidos de los cimientos de la Patria y oyendo el relato de las continuadas profanaciones de banderas. Disponible, viendo a lo largo de las veinticuatro horas a esas pandillas de jóvenes degradados por la droga, a esas muchachas que sin haber consumido su niñez han perdido ya el ansia de vivir porque ya todo lo conocen, aunque lo hayan conocido mal, y enfermos que piden un tercer sexo, y pornografía a raudales, degradando a la mujer y al hombre, y desprecio hacia nuestros mayores, irreligiosidad.
Todo eso es lo que vi en esas largas horas de mi situación de disponible, y pensé que no tenía derecho a dejar a mis hijos una Patria empobrecida y degradada, porque de mis padres recibí esta Patria en perfecto estado. Y pienso que si hay que liarse a tortazos, debo y quiero ser yo quien los dé y los reciba, y no reservárselo a mis hijos, que ellos tendrán los suyos a su tiempo...
Conocí a personas que se encontraban en circunstancias parecidas; que sufren por España, que aún tiene arreglo si se  acaba con el separatismo, si se termina con el terrorismo y con el terror callejero, si se pone fin al paro mediante la adecuada utilización de la riqueza que en España existe.
Para ello solamente es necesario ser honrado y obligar a los demás a que lo sean, porque se puede gobernar imponiéndose con autoridad.
Por todo ello, a las 18,24 horas del día 23 de febrero de 1981 entré en las Cortes Españolas, hice público un comunicado explicando el porqué. Decía así:
«Españoles: las unidades del Ejército y de la Guardia Civil que desde ayer están ocupando el Congreso de los Diputados a las órdenes del general Miláns del Bosch, capitán general de Valencia, no tienen otro deseo que el bien de España y de su pueblo. No admiten las autonomías separatistas y quieren una España descentralizada pero no rota. No admiten la impunidad de los asesinos terroristas contra los que es preciso aplicar todo el rigor de la Ley. No pueden aceptar una situación en la que el prestigio de España disminuye día a día. No admiten la inseguridad ciudadana que os impide vivir en paz. Aceptan y respetan al Rey, al que quieren ver al frente de los destinos de la Patria, respaldado por las Fuerzas Armadas. En suma, quieren la unidad de España, la paz, orden, seguridad. ¡Viva España!»
Salí de las Cortes el día 24 de febrero, después de que el secretario de la Junta de Jefes de Estado Mayor firmara, con el consentimiento de la misma, y en presencia de mi director general, Aramburu Topete, un documento, que conservo, eximiendo de toda responsabilidad a soldados, guardias, cabos y suboficiales y hoy, a pesar de ese documento, sigue habiendo guardias detenidos, y lo están también todos los cabos y suboficiales. Se les busca culpabilidad cuando allí todo lo que se hizo fue por orden mía, sin tener en cuenta que no pudo ser más limpio ni más caballeroso el comportamiento de la fuerza con los diputados.
Yo me he declarado responsable de todo. Yo ordené los disparos. Yo ordené a todo el mundo que se tumbara en el suelo. Yo distribuí y ordené los servicios y los vigilé. Mi fuerza sabe que conmigo no se juega, y en mi poder está ese documento que exime de responsabilidades a guardias, cabos y suboficiales. ¡Señores, soy el único responsable de lo sucedido dentro de las Cortes! ¡Señores, dejen ya tranquila una Fuerza de la que deben sentirse orgullosos ustedes y toda España, sea cual sea su color y su ideología! ¿No se pedía eficacia a. las FOP? ¡Pues ahí tienen ustedes eficacia!... Claro que las órdenes que recibieron fueron claras y enérgicas.
Por todo ello me encuentro hoy en prisiones militares para aceptar lo que España disponga de mi, con el ánimo sereno y la conciencia tranquila, mucho más tranquila de lo que puedan tenerla quienes debiendo no están aquí con nosotros.
Sea cual sea mi destino, ¡gracias España por permitir que te haya servido!
 
Alcalá de  Henares  (prisión  militar) Marzo de 1981.
 
Antonio TEJERO MOLINA
Teniente coronel de la Guardia Civil